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MIAMI DOLPHINS

Adam Gase nació de Josh McDaniels y se lo comió

El ya entrenador de los Miami Dolphins tuvo su primera gran oportunidad en la liga de manos del coordinador ofensivo de los Patriots.

Adam Gase como coordinador ofensivo de los Chicago Bears.
Getty Images

Hay una historia que es tan vieja como la humanidad, y es la del discípulo que supera al maestro, la del hijo que acaba arrollando a su padre. Los grandes narradores saben que todas las historias están ya contadas, y las más grandes no dejan de ser las mismas repetidas una y otra vez. Este periodo de fichaje de entrenadores en la NFL hemos tenido una dosis de todo ello.

Josh McDaniels es uno de los tipos más reputados de cuantos pululan por la banda de la franquicias de la liga. Su imaginación e inteligencia, su cerebro en suma, le han hecho uno de los grandes nombres de entre los coordinadores ofensivos en la NFL. En dos épocas distintas se ha ganado el respeto, el cariño y la admiración de nada menos que Bill Belichick y Tom Brady. Eso no lo regalan. 

Pero hubo una época en la que abandonó el seguro nido de los New England Patriots y voló sólo. En los años 2009 y 2010 fue el entrenador jefe de los Denver Broncos.

Aquel periodo fue un mazazo para su ego. Cogió el equipo y quiso imponer sus métodos. Con la arrogancia de quien se sabe especial, de quien viene a inventar la rueda, la pólvora y la ley de la gravedad, entró como un elefante en una cacharrería y lo destrozó todo. Quiso evaluar las opciones de traspaso de Jay Cutler, entonces QB titular de la franquicia, y joven más que prometedor, y éste se enfadó tanto que acabó pidiendo irse; a cambio, los Broncos se quedaron con dos primeras rondas del draft, una tercera y a Kyle Orton.

El año siguiente, McDaniels se enamoró de un tal Tim Tebow y lo eligió en primera ronda del draft. Fue una decisión alocada, propiciada por su paranoia (quizás fuese real) de que Belichick y los Patriots iban a quitarselo con su siguiente elección, pues era bien conocida la querencia del genio de New England a elegir jugadores de la universidad de Florida, gran dominadora de la NCAA en aquellas temporadas.

Josh creía que con su pizarra, con sus diseños alucinantes de jugadas, y su enorme talento, podría convertir a Tebow en un artista en la NFL y dirigir un ataque nunca visto. Se la pegó como lo hacen los grandes con grandes ideas: a lo grande. Se la pegó con un estruendo espantoso. Dos años después estaba de nuevo en los Patriots en su antiguo puesto.

Pasó desapercibido un detalle nimio que, con el tiempo, ha adquirido categoría casi legendaria: Josh McDaniels contrató en su primer año en los Broncos a un chaval que estaba en los San Francisco 49ers como asistente del coordinador ofensivo. Se llamaba Adam Gase y la historia iba a cambiar. Para ambos.

Gase despuntaba tanto como lo hacía McDaniels. Cualquiera que se sentaba con él salía boquiabierto de la conversación: el chico sabía de ataques de la NFL tanto como el que más y tenía ideas audaces. Se encargó de entrenar a los receptores. 

Adam tenía 30 años y se quería comer el mundo pero, antes que nada, quería ser Josh McDaniels. Babeaba a su paso. Lo trataba como a un ídolo. Durante dos años sólo quiso estar cerca de él y escucharle. Comentaría, este mismo año, que todo lo aprendió de él: como adaptarse a la plantilla, como no ser fundamentalista con el sistema, como poner a los jugadores donde más rinden aún "traicionando" lo que le pidiese el cuerpo hacer como coordinador.

Sólo cabe imaginarse su decepción cuando McDaniels fue despedido. Pero llegó John Fox a la franquicia y lo primero que hizo John Elway, presidente de la misma, fue señalarle a Gase y decirle que ese se quedaba en el staff. Fox no protestó. Poco tardó en darse cuenta de la joya que era y lo promovió a entrenador de QBs. Dos años después era el coordinador ofensivo de los Broncos.

Y cada palabra que salía de la boca de quienes trabajaban con él era para alabarle. Peyton Manning, que de esto algo sabe y que en todos sus años en la liga ha conocido a decenas de los mejores estudiosos de este negocio, dijo de él que era una de las tres mejores mentes que había conocido en la NFL.

Por eso perderle este año fue tan duro para él. Porque Elway decidió echar a Fox y, con él, se fue Gase. No de forma tan directa, pues tuvo ofertas de trabajo como para ser entrenador jefe. Entre ellas la de los San Francisco 49ers, que a buen seguro se arrepienten hoy de no haber peleado más por él. Pero el caso es que acabó en Chicago, con Fox, y allí ha recuperado la que parecía una causa perdida llamada Jay Cutler.

Llegamos al presente, a la resolución de este cuento. Hace tiempo que Josh McDaniels ha purgado sus pecados de Denver y la liga lo ha vuelto a considerar un serio candidato a entrenador jefe. Se supone que ha aprendido a tratar a las personas, a los jugadores, que ya no querrá imponerse a toda costa y que la cura de humildad le ha hecho mejor gestor. Y seguro que es verdad. Pero para todos los puestos que estaba cualificado, para todos aquellos equipos que querían una mente ofensiva genial, capaz de mejorar a los QBs y crear magia de la nada, había un candidato de las mismas características pero mejor: Adam Gase.

Y, así, el discípulo se quedó como entrenador jefe de los Miami Dolphins mientras su viejo maestro, al menos de momento, se mantiene como coordinador ofensivo en New England. Tan viejo como la misma humanidad.