DIABÉTICOS EVEREST 2014
Día 10. Silencio tras los fuegos
El redactor y fotógrafo de AS, Dani Sánchez, acompaña a la expedición Diabéticos en el Everest 2014 al campo base (5.350 metros) del ochomil.
En cualquier cumbre, en cualquier final, en cualquier objetivo cumplido, al principio hay fuegos artificiales. Hay gritos y abrazos. Besos y fotos. Botellas de cava. Pero pasados unos minutos aparece el silencio. Cada uno busca su lugar y mira lo más lejos o cerca que puede. A la cascada de hielo del Khumbu. A los ojos de alguien. Hacia algún recuerdo. Es el momento en el que todos sabemos que hacemos ahí. Por que hemos volado 13.000 kilometros y caminado durante siete días. Por qué hemos escogido ese amor. Por qué esa playa. Y el resto importa poco durante esos minutos. Porque no podemos ver un atardecer a través de un smarphone o una montaña a través de sus fotos. Esos minutos de silencio son los verdaderos e irrepetibles.
Laura mira al infinito serena. Quizás pensando que cuando hace dos meses la diagnosticaron diabetes nunca se hubiera imaginado aquí. Ángel piensa en su padre del que heredo la pasión por el atletismo. Vanesa esconde la foto de sus pequeños entre las piedras y la deja allí. Para toda la vida. Iván recuerda a sus padres, los que le debieron enseñar la pasión por la vida. Y José abraza fuerte a María, diabética tipo 3 como ella misma se define, los que están al lado cuando se nubla la vista.
Edelweis resistiendo a 5360 metros, con estruendos de glaciar desmoronándose. El campo base todavía vacío, pero que en unas semanas será un babel de tiendas de campaña. Este campo base que vemos por debajo nuestro y que tantas historias ha visto pasar, volver gloriosos a Tenzing y Hillary, escuchar historias a Messner, llenarse de lágrimas demasiadas veces.
Pero las nubes nos siguen obligando a mirar cerca. Lo que veo es un grupo de gente que no se conocía hace quince días. Que compartían enfermedad y barreras. Y ahora les veo felices. Compartiendo destino. Quitándose los guantes para medirse el azúcar. Riéndose de los dolores de garganta, las diarreas y los malos sueños. Nos abrazamos entre nosotros algo enfadados con este mal tiempo. Pero sabemos que gracias a él, por culpa de la niebla, estamos obligados a mirar más cerca.