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Vuelta a España | 14ª Etapa

Palabra de Pérez

Santi Pérez dedica el triunfo a su novia, fallecida hace dos años

Actualizado a
<b>HOMENAJE. </b>Santi Pérez se besa una medalla y señala al cielo en homenaje a su novia, Vanesa.
jesús rubio

Dicho queda y hecho está. Así saldó Santi Pérez una cuenta pendiente. Cuando Vanesa, su novia, de 25 años, murió hace menos de dos años en un accidente de tráfico, el ciclista se prometió que le regalaría una gran victoria. Fue ayer. Es complicado atrapar a un tipo al que llevan los demonios, por eso el grupo perseguidor no pudo recortarle ni un segundo de los 27 de ventaja que consiguió en la cima de Monachil. Al contrario, la diferencia fue en aumento y se cerró en 46 segundos. Cuando atravesó la meta, Santi Pérez no se acicaló el maillot para que luciera la publicidad, lo típico, sino que se lo abrió de par en par para rescatar una medalla y besarla: Dicho queda y hecho está. Una frase que vale para ser leyenda de un escudo de armas o como sentencia napolitana.

Santi Pérez es un magnífico ejemplo de lo difícil que es llegar, a pesar de tener talento. En ocasiones lo olvidamos y somos crueles con los virtuosos que se quedan en el camino, como si fuera un pecado desviarse, como si eso no fuera lo más fácil, como si la suerte no fuera importante. No es afán crítico, es que el monstruo verde de la envidia nos asalta a los que sólo tenemos voluntad.

Después de ganar la etapa reina en la Vuelta a Portugal, Santi Pérez participó con el Kelme en el Giro 2002. En el primer contacto con los Alpes, en un final durísimo, fue segundo, sólo superado en el sprint por Garzelli, que al día siguiente dio positivo. A pesar de la descalificación del italiano, el triunfo en la etapa, sorprendentemente, quedó vacante. Dos etapas después, Santi se abrió la cabeza en una caída. Esa tarde su suerte se fue con Aitor González, que ganó la etapa, anticipo de la Vuelta que lograría meses después.

Álvaro Pino, que es cazatalentos, confió pese a todo en Santi Pérez para el Phonak y pagó su cláusula de rescisión. Como buen gallego sentimental, ayer estaba medio lloroso, feliz por el triunfo del chaval. Se le fue Hamilton, Sevilla nunca llegó y ya se marcha (al T-Mobile) y cuando todo parecía perdido surgió Santi Pérez. Es probable que a partir de ahora le veamos con frecuencia. Hay mucha gente de la que decimos que explotó tarde y lo cierto es que explotaron pronto y tardaron algún tiempo en recuperarse.

Ese puerto de Monachil, donde se fraguó la solución de la etapa, resultó una montaña fantástica. Nozal puso firme al grupo de favoritos y, con la colaboración de Sastre, lo dejó en sólo ocho ciclistas; Landis, Aitor y Cunego, dos minutos por detrás. La ascensión, sol y valles, era una imagen del Tour, quizá del Mont Ventoux.

Aviso a Heras. Cuando apenas faltaban unos metros para coronar, Valverde demarró. Más que un ataque en la subida era un ataque para la bajada, por la que se lanzó como esos tipos del bobsleigh. Intentarlo en un descenso es asunto exclusivo de locos o campeones. Lo sabe Perico, que antes de ganar nada fue conocido como el Loco de los Pirineos y también Indurain, que así cimentó su primer Tour. Heras acabó neutralizando a Valverde, pero el susto no se lo quita nadie. Ni el aviso. Lucha contra un ciclista fabuloso. Aunque García Quesada trabajó luego para cazar a Santi Pérez y propiciar la victoria de Balaverde, la suerte ya estaba echada.

Hoy, la cronoescalada a Sierra Nevada se presenta sencillamente apasionante. Si Mancebo y Valverde consiguen llegar en los tiempos de Heras la última semana será gloriosa. Atención a Nozal, pues las cronos son el único lugar donde no debe trabajar para nadie más que para sí mismo. Si gana, que podría, habrá guerra intestina. O dolor de tripa de Sáiz.