Un año para escribirlo en letras de oro

Sacó de centro el Olympique. Fue un toque corto de Marlet a Drogba y éste, ni corto ni perezoso, le pegó un patadón para sacarlo fuera de banda, allá lejos, a la altura de la frontal del área de Cañizares. El balón para ellos, era la consigna. Que saquen de banda y les presionamos, a ver si se equivocan y les marcamos un gol. Por ahí va el fútbol en la mente de algunos entrenadores, por desgracia. Pero, por suerte, el fútbol se burla de sus planes. Porque fue justamente en una jugada así, pero a la inversa (saque de banda cerca del área francesa y robo del Valencia) como se encauzó el partido.

Es lo que tiene jugar a esperar el fallo: que a veces el fallo lo cometes tú. Y el fallo costó un gol y la expulsión del extravagante Barthez, cuyo penalti fue de lo más soez que se despacha. Para sustituirle, Anigo no tuvo mejor idea que sustituir a uno de sus pocos jugones (Meriem, el sacador de todas las faltas, con un curioso toque raso, versión futbolística del cohete buscapiés) y dejar su línea de cinco defensas. ¿Para qué? ¿Para mantener el 1-0? Bueno, pues Mista, que ya había sido el causante del penalti y la expulsión de Barthez, castigó la línea de cinco con un segundo gol en el 58’.

Y ya todo fue coser y cantar. Ganó el mejor, el único que se lo propuso. Al Valencia se le reprocha que no elabora, que juega muy directo. Pero juega y juega bien. Nada que ver con la propuesta del Olympique, cuyo antiestilo consiguió que el Valencia tardara tiempo en meterse en la final, pero en ningún caso le puso ni remotamente cerca de la victoria. El Valencia, en cambio, hizo una gran final. Manejándose en las circunstancias, aburriéndose primero, divirtiéndose después. Y completó un doblete histórico, que inscribe este año con letras de oro en la historia del club.

Lo más visto

Más noticias