La Selección estará acompañada en Portugal

Por primera vez (excluyendo, claro, el 64, cuando fue aquí) España no va a estar sola en una fase final de Eurocopa o Mundial. La Federación está sorprendida por la demanda de entradas de aficionados para los partidos de la fase previa, demanda que será imposible atender en su integridad. Para el primer partido, contra Rusia, en Faro, las 8.000 entradas que entregó la UEFA a España están comprometidas. Hubieran hecho falta cinco veces más. Para el de Grecia en Oporto hay 11.500 que también se quedan cortas. Para el de Portugal en Lisboa hay 10.000 y harían falta 50.000.

Hay buen ambiente en torno a la Selección y es de celebrar. Estamos acostumbrados a ver este equipo como el patito feo del fútbol español, siempre menos que el Madrid o el Barça, últimamente menos también que el Valencia o el Depor. Cuando ponemos la televisión para ver una fase final en cualquier sitio vemos grandes manchas de aficionados de cualquier país, menos del nuestro. Aquí las movilizaciones las provocan tradicionalmente los clubes, en sus logros europeos. Los agobios de la Federación para cumplir con las peticiones son una feliz novedad.

Sí, Portugal está cerca, pero también Francia, y no pasó esto. Algo está cambiando en el gusto de la afición. Quizá los reiterados éxitos de las selecciones menores nos han hecho confiar poco a poco en esos colores, que siempre veíamos derrotados. O quizá sea que España existe, en mayor medida de lo que muchos predican. Plural o singular, cañí o global, centralista o periférica, pero existe. O así se desprende de las audiencias en la tele de la Fórmula 1 desde que está Fernando Alonso, disparadas en todas partes, también en Cataluña y el País Vasco. Tema sobre el que volveré.

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