La cara es el espejo del equipo

Lo que va de la sonrisa de Ronaldinho a la cara de mufa de Queiroz es lo que va en estos días del Barça al Madrid. Un grupo feliz que juega al fútbol y gana partidos, o en el peor de los casos los empata, y un grupo desorientado, lleno de dudas, falto de suerte y con un jefe, Queiroz, que a falta de soluciones ofrece frases: "No se puede subir al Everest sin perder dos dedos, la nariz o una oreja, pero no me hubiera perdonado no intentarlo", ha dicho en el Jornal de Noticias, en lo que parece el comienzo de su adiós al Madrid, el reconocimiento de un fracaso.

Ronaldinho no deja frases, pero establece el estado de optimismo sin necesidad de promulgarlo en bando público sino pregonándolo con su fútbol alegre, superior y divertido. Juega sin esfuerzo y sin enfado, contagia a los demás su confianza en el trato con el balón y le ha cambiado la cara a un Barça que desde la salida de Figo no tenía a quién agarrarse.Por comparación, la tristeza de Queiroz se hace más patente. Tanto que parece haber sumido en estado de melancolía incluso a los más imbatibles optimistas del equipo: Ronaldo, Roberto Carlos, Raúl, Casillas, Portillo...

La cara es el espejo del alma, dicen. La cara es también el reflejo del equipo. ¿Y cuál es la cara del Valencia? Escojan cualquiera: Benítez, Vicente, Ayala, Mista... Entrecejo cerrado, boca prieta y determinación en la mirada. Cara de gentes dispuestas a ganar o ganar. No regalan sonrisas, tampoco frases (las dejan para Ortí y Barrachina). Lo suyo no es ni siquiera optimismo, sino una decisión casi feroz, eso que anida en el alma de los grandes ganadores y que les hace diferentes. Quedan tres partidos. ¿Alguien cree que el Valencia puede pinchar en dos de ellos?

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