Sobre el recurso contra la tarjeta de Figo

El Madrid recurre la segunda tarjeta de Figo. En el fondo me parece un brindis al sol. Es difícil hacer creer a alguien que esa acción no merece tarjeta. A Figo se le va el balón largo, Puyol sale a despejarlo y Figo se lanza hacia adelante, con la plancha, en un ejemplo clásico de juego peligroso. No hace falta golpear al rival para producirle daño. Basta con que el balón quede aprisionado entre la plancha de uno y la patada de despeje del otro para que éste pueda sufrir serio daño en el tobillo. Es una jugada proscrita en el fútbol desde tiempo inmemorial por peligrosa.

En el fondo, la reacción del Madrid esconde la frustración por la primera tarjeta, la que de verdad sabe mal, por más evitable. Una triste protesta al linier ante la que Pérez Burrull reaccionó por la tremenda. En este tipo de jugadas sí que soy partidario de que el árbitro mire para otro lado, pero no es esa la costumbre de los árbitros españoles, más proclives a amonestar la protesta (contra sí, contra el linier o el cuarto árbitro) que las patadas. Tan introducido está ese hábito en nuestro fútbol que a la hora de pedir clemencia el Madrid piensa en el planchazo, no en la protesta.

Pero ni una ni otra. La verdad es que Figo, que hizo un gran partido, jugó con un punto de sobreexcitación que le acabó costando caro. De por sí es un jugador entusiasta y participativo, pero el domingo lo fue más que nunca. Arrastró al equipo durante una hora, provocó en fases un vendaval que encerró al Barça en el área chica, rozó el gol dos veces... Pero su entusiasmo le traicionó en esas dos jugadas, evitables ambas, reprochables ambas. Y más la segunda que la primera, por peligrosa. Recurrirla es un pataleo que no le augura al Madrid más que otra derrota, ésta de imagen.

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