Lo que tiene el Barça y al Madrid le falta

Una cosa me llamó la atención del día del Betis-Barça. Ronaldinho estaba suspendido pero viajó, en un intento de agotar hasta última hora sus posibilidades de jugar. No lo consiguió, pero le vi en el campo, con los compañeros, el balón y su sonrisa. Feliz. Donde estén sus amigos y un balón aparece él. Eso es el fútbol, eso es un equipo. No pude por menos que acordarme del Madrid en Mónaco y Beckham en Suiza, apaciguando su crisis matrimonial. Y el epílogo del partido, con unos quedándose allí, otros volando a Marbella y Casillas largando sus quejas.

Ese ambiente que tiene el Barça es lo que al Madrid le falta. La sonrisa de Ronaldinho ha ido curando las heridas del equipo según se abrían, cuando Rijkaard estaba en su búsqueda, por el método de prueba y error. No sé si tenía un plan o si es que a base de tirar muchas veces las letras al cielo y dejarlas caer se termina por conseguir una frase inteligente, pero el caso es que el Barça ahora es un buen equipo, con fuerza, con juego y con moral. Todos se divierten, todos juegan bien, todos tienen ganas de verse, de estar juntos en torno a un balón. Supongo que es el efecto Ronaldinho.

Eso es lo que el Madrid ha perdido en algún lugar y aún no encuentra. El divorcio de uno, la crisis del otro, el anuncio allá... ¿Será eso? No lo creo. Más bien creo que es la sensación íntima de que son tan buenos (y realmente lo son varios de ellos) que no necesitan ni siquiera amar y disfrutar el juego. Eso les apaga, les distancia del balón y les distancia entre sí. Lo malo de llegar al cielo es que desde allí el cielo no se ve y entonces se pierde la alegría. Y llega esa especie de molicie narcisista que desespera a los aficionados y hace que los marcadores se derrumben de repente.

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