Gracias, Depor, gracias, gracias, gracias...

Gracias, Depor, por estos ratos y muchos más. Por demostrar que el fútbol es de todos, que no hace falta nacer en una gran capital para tener un gran equipo. Gracias por este larguísimo ejemplo de tarea bien hecha, por este monumento al fútbol a través de los años. Por esa Liga acariciada y perdida primero, por la Liga conseguida después. Por los títulos de Copa, por el Centenariazo, por las colosales remontadas en Riazor, por las victorias en los mejores campos de Europa. Gracias por devolverle la sonrisa a un país decaído por muchos motivos, también por el fútbol.

Y gracias sobre todo por el partido de anoche, del que se hablará durante mucho tiempo. Por esa victoria de campana a campana sobre un Milán que vino aquí a cobrar su boleto y se encontró con que no estaba sellado, que el boleto premiado y sellado el que lo tenía era el Depor. ¡Qué manera de jugar bien! El primer tiempo fue inmejorable, en el manejo del juego, en anticipación, en profundidad, en tratamiento de todas las zonas del campo y en remate. Tanto, que casi sobró el segundo, reservado para ese gol de Fran, el jugador símbolo, testigo y protagonista de toda una época.

Una época colosal, bajo el diseño de Lendoiro, el único dirigente de nuestro fútbol que nunca quiso ser otra cosa que eso: dirigente deportivo. Aún lleva en la solapa la insignia del Ural, el primer club que dirigió, aún adolescente. Luego hizo el gran Liceo de hockey, después este Superdepor, concebido en planes trienales, con objetivos concretos. El próximo es la Champions. Los anteriores se han ido cubriendo inexorablemente: ascenso, consolidación, clasificación para UEFA, puesto Champions, título nacional, título de Liga... Me parece que esta Champions tiene un destino marcado.

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