El sophomore de Fernando Alonso

A los deportistas profesionales se les mide en su segundo año. Es un viejo principio del deporte americano, donde a ese segundo año le llaman el sophomore. Se supone que todo lo que ocurra en el primero sólo son indicios, porque el deportista recién ascendido al primer plano disfruta de una efervescencia especial, más la indulgencia de la crítica, más el apoyo de sus compañeros de equipo. Todo eso desaparece el segundo año, cuando las emociones del primero se convierten en rutina profesional y cuando el joven recién llegado se convierte, a ojos de todos, en uno más.

Así que hoy podemos sentirnos más entusiasmados que nunca con Fernando Alonso, que ha empezado su segundo año con las del Beri. Por delante sólo quedaron los Ferrari. Le bastaron los primeros segundos de la carrera para saltar del quinto puesto al tercero, en una maniobra que desconcertó tanto a Montoya que le encabritó los 890 caballos y le lanzó con todos ellos al pasto. Luego, mantenerse ahí fue para él coser y cantar, y eso que su coche dista mucho de ser el más rápido. En concreto, era el decimosexto en velocidad punta. Y con eso fue tercero.

Y eso que el circuito de ayer se transita en un 60% con el pie a fondo, así que Fernando Alonso tenía que defender su posición en el restante 40%, donde hacía pesar su conducción. Y lo hizo con tanta soltura que ante la televisión uno olvida que se mueve en el ojo de un huracán, que esa conducción tan precisa va envuelta en un vendaval vertiginoso, que su cuello soporta en cada curva una fuerza centrífuga de 3,5 G. No hay duda, es un grande. Y como en Ferrari lo saben, antes o después aplicarán con él aquello de si no puedes vencer a tu enemigo, únete a él.

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