Y ahora, a por los codazos y las patadas por detrás

Aunque la jornada del Ushiro-nage empezó con un aspaviento de Lequi en el área del Depor que nos hizo a todos temer lo peor (conviene apuntar a estos que tratan de pescar a río revuelto) la verdad es que el saldo es bueno. La cosa acabó bien, contra lo que esperaban los agoreros. Cuatro penaltis en total no son nada que se salga del tiesto. La semana pasada hubo seis, y el promedio por jornada está en tres en lo que llevamos de este campeonato. Ninguna hecatombe, pues. Los defensas estaban advertidos, se cortaron y agarraron menos. Y todos hemos salido ganando.

Claro que hubo casos que se escaparon. Ayer llevábamos dos en portada, uno de Motta y otro de Andrade. No les vio el árbitro, pero sí la cámara. Ahí pueden verse, en un acto de imprudencia temeraria y negligencia profesional que les pudo costar a sus equipos un penalti en contra, un gol, un resultado. Tienen unos días para pensarlo, y sus entrenadores para recordárselo. Así no se juega al fútbol, que basa su magnetismo universal en el hecho de ser el único deporte que proscribe el uso de las manos. Para jugar el balón y para agarrar, sujetar o como quiera llamarlo Díaz Vega.

Así que todos hemos salido ganando con el debatillo de esta semana. Bueno, todos menos los defensas negligentes, categoría en la que, por cierto, habrá que incluir a los que hacen la cama (la de Mingo a Ezquerro fue de catálogo), otra modalidad de penalti que se escapa mucho. Y luego será bueno poner la lupa en otros dos tipos de jugadas: los codazos dañinos, so pretexto de disputar el balón de cabeza, y las patadas por detrás, sobre las que la FIFA ha pedido hace ya tiempo tolerancia cero. No esperemos a que le rompan un hueso a alguien para tomar esto en serio.

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