Reyes y la escuela sevillana

Mientras el Madrid aún se lame las heridas, Reyes disfruta su fechoría en Las Rozas, a la espera del partido contra Noruega. Pedazo de jugador. No sé hasta dónde llegará, ni siquiera sé si será titular el sábado ante Noruega (disputa puesto con Vicente, ese gran extremo) pero lo que sí tengo claro es que jugadores como éste salen cada mucho tiempo. Tiene técnica, tiene estilo, tiene mirada, tiene poder. Tiene la distinción de los zurdos y el deseo de revancha de los que nacieron pobres. Más el toque artístico propio de su sangre agarena. Reivindica el age de la escuela sevillana.

Hace tiempo un amigo me regaló un viejísimo libro (que perdí o presté, sospecho que lo segundo y sospecho a quién) de Juan Deportista, titulado La Furia Española. Ese libro contaba cosas del fútbol español en los años veinte y venía a hacer una clasificación de estilos de juego asociados a conceptos geográficos. Exaltaba la escuela sevillana como muy principal. Una escuela definida por el sentido artístico del juego, la belleza de la acción, la filigrana. En contraste con el fútbol de balón largo y pierna fuerte del Norte, más atlético, más duro, más contundente, más útil, pero menos bello.

Por cierto, que, el mejor exponente de aquella escuela sevillana fue Kinké, catalán que jugaba con este apodo y se apellidaba Armet. Su estilo le fue empujando discretamente hacia el Sur. Desde entonces Sevilla siempre ha defendido ese estilo, como lo ha hecho en el mundo del toro, primero frente a Ronda y luego frente a Salamanca. A través de Arza, Del Sol (que corría, sí, pero era artista), Rogelio (el de "no corro porque correr es de cobardes"), Gabino y tantos otros hasta llegar a los Joaquín (portuense, pero también sevillano), Tristán y Reyes. Bendito estilo, bendita escuela.

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