Los dos del ‘hecho diferencial’

Estaba cantado: Gurpegui acude ahora a la justicia ordinaria, lo que hace presumir que seguirá jugando. Lo hace a título personal, pero con la complacencia del club, que en todo el asunto de su positivo se ha movido con una estrategia dilatoria, en realidad un puro sabotaje al funcionamiento del sistema de justicia deportiva. El Athletic no acepta que le sancionen al jugador y por ello ha llegado a la singularidad de afirmar que es el propio organismo de Gupergui el que genera la nandrolona, pero que para demostrarlo debe previamente inyectarle Sabino Padilla cierto potingue.

Acudir a la justicia ordinaria es un derecho de todo ciudadano que difícilmente se puede discutir. Pero del deporte se mueve sobre el acuerdo general de no hacerlo, salvo en casos de materia laboral. Es un acuerdo más en un mundo de códigos de honor pactados previamente: no se toca el balón con la mano, lo que dice el árbitro es lo que vale y no se va a la justicia ordinaria. El que vulnera esto pone en peligro todo el sistema, que resulta inviable si cada cual va al juez con sus pegas. Con un ví-deo en el que se demuestre que el gol no entró, lo que fue penalti, pongamos por caso.

Por razones históricas que no vienen al caso, tenemos en España dos clubes que se sienten especiales, diferentes, dotados de contenidos sentimentales superiores al resto: el Athletic y el Barça. No es raro por eso que coincidan en su sabotaje al sistema cuando tras ser pillados en faltas relativamente comunes se ven abocados a las mismas sanciones que los demás. No se sienten como los otros, rechazan las sanciones que otros aceptan, traicionan el pacto sin el cual esto no puede funcionar y complican el sistema. Se consideran inmunes. Lo que hacen es sencillamente despreciable.

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