No se llega a ‘crack mediático’ así porque así

Recuerdo mil comentarios de este verano, casi todos en la prensa no deportiva, sobre los cracks mediáticos. Hablo de comentarios a propósito de los fichajes de Beckham y Ronaldinho a los que presentaban como operaciones de imagen, como actos propagandísticos destinados a ocupar portadas primero y a vender camisetas después. Según los defensores de esa teoría, ambos jugadores carecían de intrínseco valor futbolístico y sus fichajes, en definitiva, irían encaminados a mixtificar el fútbol, a convertirlo en show a cualquier precio. Al precio incluso de su esencia deportiva.

Pues no han pasado ni dos meses y ahí está la realidad. Beckham llena el medio campo del Madrid, llega, hace goles y los da y desmiente en cada partido esa imagen de novio de la Barbie que le colgaban. En cuanto a Ronaldinho, basta decir una cosa: ¿se imaginan el Barça sin él? No sólo salpica todos los partidos con sus maravillas, sino que es el máximo goleador del equipo. Rijkaard hubo de tirar de él hasta en el campo de hierba sintética de la Gramenet, porque veía que se le escapaba el partido, y él correspondió marcando el único gol del partido, el que clasificaba al Barça. Luego, pese a unas molestias, Rijkaard volvió a tirar de él ante el Matador Puchov. En ocho minutos había resuelto el partido con dos goles.

No se llega a crack mediático así porque así. El valor de los futbolistas no es falsificable con operaciones de mercadotecnia. Los futbolistas pasan examen un par de veces por semana y los que llegan a ocupar las portadas y levantan grandes expectativas cuando van a pasar de un equipo a otro lo hacen por una acumulación continua de méritos. Aquí no hay camelos artificiales. Eso es en otros mundillos.

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