Queiroz maneja bien el fondo de armario

No hay duda: el Madrid se toma la Champions con otro interés. La intensidad con que jugó en Oporto contrasta inevitablemente con su resignada y perezosa entrega en Mestalla. Ni un gol rápido de los de casa, ni su impecable buena marcha en esta Liga, y en la anterior, más su título de la UEFA, más el entusiasmo del público local en correspondencia a todo ello, achicaron al Madrid. Buena disposición, trabajo, pierna fuerte, dientes apretados, puños cerrados y a confiar en que el fútbol aparezca, en que las conexiones funcionen, en que los goles lleguen, por un lado o por otro.

Y un mérito que atribuir a Queiroz. El Madrid tiene un equipo de catón, pero hoy faltaban algunos. Faltaban Beckham y faltaba Raúl. Volvía Helguera y eso planteaba dudas: ¿a la defensa o a la media? Queiroz manejó bien el fondo de armario, incluso con alguna sorpresa. Solari jugó de segundo delantero, donde yo (y ustedes) hubiera esperado que saliera Portillo. Además, respetó la pareja de centrales Pavón-Raúl Bravo y metió a Helguera en la media, en sacrifico de Cambiasso. Y Helguera marcó el primer gol, y Solari el segundo. Y el tercero llegó en una jugada de pizarra.

Así que fue una jornada para acreditar a Queiroz, ese hombre discreto al que aún miramos (al menos yo) como sospechoso de usurpar los zapatos de Del Bosque. Una jornada importante, porque esta se supone que era la salida gorda del grupo. Y esos tres puntos, con dos galácticos fuera y Ronaldo aún despistadillo, valen casi el paso a octavos. Mientras, el Celta salvó el asalto de Milán a su campo. Lleva dos empates. Parece poco, pero le mantienen en carrera. Y embellecen el resultado colectivo de los españoles en esta Champions: cinco victorias, tres empates, ninguna derrota.

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