Nada de ‘play station’: fútbol bravo

Existe desde este verano, desde la llegada de Beckham y la gira asiática, la tentación de ver al Madrid como un equipo de play station. Algo irreal, virtual, cibernético, lejos de las pautas clásicas de un deporte macho y áspero. Las goleadas en el Bernabéu alimentan esa visión. Pero partidos como el de anoche, y los que vengan, irán borrando esa idea. Porque partidos a cara de perro como éste va a tener el Madrid muchos. Partidos ante equipos que erizarán el campo de dificultades, que correrán, que harán muchas faltas para cortar el ritmo, que se dejarán el alma.

Ganar un partido así le da al Madrid tres puntos, pero de paso cambia esa imagen que le pretenden colgar de agregado mercadotécnico de figuras de moda y de la moda. Ganar así es difícil, porque en el fragor del partido quedan pocos resquicios para colar el talento. Hay que pelear media hora antes de que aparezca una oportunidad para exponer lo que uno sabe. Y hay que aprovecharla. Y luego seguirse batiendo hasta la próxima. Y hacer eso cuando ya se ha conseguido la gloria y la fortuna tiene un mérito. Es como hacer la guerra después de haberla ganado.

Y en ese sentido destaca de forma especial Beckham, concebido a priori por muchos como el más claro ejemplo de ese pecado que se le imaginaban al Madrid. También eso era un error. Anoche lo vimos. No está sólo para tirar exquisitas faltas, que también, sino para pelear balones en condiciones difíciles, armar el equipo y correr los noventa minutos con el viejo aire del fútbol británico. Marcó su gol, estuvo en los otros dos, pero además de todo ello se empleó con permanente intensidad en una especie de campo de minas. Nada de play station. Fútbol bravo con el viejo aroma.

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