A Beckham le echan el toro al corral

Se quisiera o no, era el partido de Beckham. Era un partido con todos los antecedentes propios de un Valencia-Madrid y con un montón de jugadores interesantísimos sobre el campo, pero ya de salida el público valencianista (menos numeroso de lo que la ocasión merecía) dictó veredicto: su objetivo era Beckham. Todas las antipatías que el Madrid suscita de un tiempo a esta parte en la afición valencianista se proyectaron sobre el jugador inglés. Cada balón que recibía era acompañado de una fuerte pita, y eso hacía que las miradas convergieran aún más sobre él.

Y defraudó. Ni en la primera parte, en la que jugó pegado a la banda, ni en la segunda, en la que durante los pocos minutos que actuó lo hizo en el medio campo como supuesto director de juego, hizo nada apreciable. Ni siquiera mostró el mínimo espíritu exigible incluso en un partido amistoso. Con toda justicia Queiroz le retiró del campo para colocar en su lugar a Guti. Una decisión seria y acertada y que el público acogió con una ovación, sospecho que compartida por valencianistas y madridistas, que también los había. Mala noche para Beckham, cuya pasividad nadie entendió.

Después, el partido se metió en cambios, que permitieron ver algunas prioridades de Queiroz. Por ejemplo, Portillo entró antes que Morientes, y Núñez tuvo sus minutos, en los que lució el ocho de Macca. Por lo demás, el partido sirvió para que Oliveira diera impresión de delantero muy brasileño, intermitente, pero con clase y velocidad. Bien Cambiasso en sus tareas de Makelele. Y mayor interés en general del Valencia, que siempre estuvo más metido. Pero no se pudo llevar su trofeo porque allí estaba Casillas para impedirlo con varias paradas, una de ellas inverosímil a Carew en el descuento.

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