Las dos caras de la luna

Así no se había visto jugar nunca en Hong Kong. Los galácticos soltaron su mejor exhibición hasta ahora, aprovechando que su rival de turno no se encajonó como los Dragons ni presionó como el Tokio. Ante ellos, el Madrid tocó, se lució y trenzó un fútbol digno del paraíso. De nuevo con Figo brujuleando entre Zidane y el centro del ataque, Ronaldo más afinado cada día y Beckham algo menos participativo, pero lúcido en otro sensacional pase cruzado que acabó en gol de Ronaldo. Esa va a ser su otra especialidad, tan productiva como los tiros libres.

Pero también se ha visto en Hong Kong el lado oscuro de la luna. Ya cuando se fue de Kunming, el grupo había dejado una sensación mala, porque la forma en que se comportaron los jugadores con el alcalde de la ciudad el día en que éste les homenajeó fue inconveniente. Puede decirse que hasta ofensiva, en un país tan respetuoso de los protocolos y las tradiciones. Y en Hong Kong, ya saben: el grupo suspendió un entrenamiento, fueron pillados en una salida nocturna y Florentino tuvo que pedir perdón públicamente a 1.200 millones de personas. A toda China.

Quizá Florentino espere demasiado de sus futbolistas. Que aguanten a pie impávido largos discursos sin que alguno rompa el tedio con ocurrencias bromistas es mucho pedir. Que a la tercera semana de gira bajen del avión y vayan a entrenar a 35º y 85% de humedad es mucho pedir. Que no se corran alguna fiesta de cuando en cuando es mucho pedir. Los futbolistas son como son y difícilmente pueden ser de otra manera. No quieren, ni pueden, ni creen tener por qué. Son así con Del Bosque y sin él. Y el problema es que al Madrid le miran millones de ojos, muchos de ellos buscándole las vueltas.

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