Beckham, mariscal de campo

No sé si Queiroz leyó mi artículo de ayer por internet o si es que le dieron algún toquecillo al respecto, pero el caso es que la alineación inicial fue todo un guiño a la cantera con Rubén, Raúl Bravo y Portillo de salida. Algo había cambiado desde el primer partido, en el que a estos tres Pavones de última generación les tocó participar poco o nada. Con ellos en el campo y con Beckham como organizador de juego y Figo por delante de él arrancó el Madrid el partido, ante un equipo más hecho y más atrevido que los Dragons del otro día. Volvió a ganar y volvió a gustar.

Sobre todo Beckham, en tareas de mariscal de campo. Mucha participación, mucha clase, mucho mando. Pierna fuerte cuando hizo falta (hasta una tarjeta amarilla vio, la única del partido) y un magnífico tiro libre convertido en gol. Era el segundo del partido, el cuarto de la gira. Un gol de cuatro lanzamientos está bien, y más si se piensa que los otros tres han andado cerca de entrar. Pero lo mejor es lo otro: su juego, su intensidad, la categoría innegable de todas sus acciones, la evidencia de que fuera de la banda puede ser un armador del equipo de toda garantía.

Los de la oportunidad se marcharon tras el descanso (no sé si Queiroz va a ser muy perseverante con ellos) y su marcha dejó reunir de nuevo a todos los galácticos salvo el lesionado Zidane. Ronaldo salió con su aire de siempre, pero poco a poco se le vio impacientándose. No había mojado en Beijing. Y en Tokio se le estaba negando el gol. ¿Sería posible? Así que cuando el tiempo se escapaba se juramentó consigo mismo y acabó marcando un gol de antología. Esa es otra de las cosas admirables de este jugador: su amor propio, que le impide defraudar o defraudarse.

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