Por la puerta grande o por la de la enfermería

Un ataque largo, majestuoso, valiente. Solo o en compañía de otros, según las fases de la etapa. Una persecución esforzada y tenaz por parte del equipo de Armstrong, que en su galopada tras Virenque despeñó a algunos de los presuntos implicados, el principal Simoni, en casa del herrero cuchillo de palo. Al final, el premio de una etapa bellamente ganada, la condición de renacido héroe nacional, dos minutos y medio de ventaja en la general... Y sobre todo la satisfacción íntima del deber cumplido, la plenitud del protagonismo en un espectáculo que no tiene igual.

Tipo singular este Virenque. A mí siempre me ha gustado. Ayer decían Alix y Ruiz Cabestany en Eurosport que si fuera español los periódicos deportivos no tendríamos papel para las portadas. Puede ser, aunque os recuerdo que aquí hemos tenido a Indurain. Pero, sí, os entiendo. Necesitamos un tipo así, tan escalador, tan combativo, tan atrevido. Y con esa trayectoria turbulenta y polémica, muy de nuestro gusto ciclista, tan atrabiliario. A sus 33 años ha sobrevivido a la ignominia, a la suspensión y al paro. Le hemos visto casi retirado alguna vez. Y ha vuelto a volar.

No es español, pero podemos hacernos a la idea de que lo fuera. Nació en Casablanca, que suena a español y está mucho más cerca de España que de Francia. Y si es francés, ¿qué? Podemos adoptarle, porque corre como un español (de los de antes de Indurain) y Francia nos cae a su vez mucho más cerca que Texas. Y como los españoles o están de escoltas de Armstrong o dicen que van a atacar y no atacan, no nos importe entusiasmarnos con este valiente que se tira siempre al ruedo decidido a salir de él en brazos de otros, bien sea por la puerta grande o bien por la de la enfermería.

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