Reto: ser el primer inglés que triunfe fuera

Hay que insistir: por encima de su insultante belleza, de su enigmática y celebérrima esposa, de su condición de icono de la modernidad y de maniquí de vanguardia, Beckham es un gran futbolista. Y eso es lo que ha adquirido el Madrid. Un jugador enorme, en la mejor edad, estrella del Manchester United y capitán de la Selección Inglesa. Un organizador de juego exiliado a la banda en el Manchester, que puede cubrir posiciones distintas. Y un simpar tocador de balón, tanto en juego como en corners o tiros libres. La excelencia de sus pases no tiene igual en el fútbol de hoy.

Conviene tenerlo presente, porque el ruido que provoca a su alrededor puede distraernos de eso. Y por eso mismo agradezco a los compañeros de todas las televisiones que en los tramos deportivos de los telediarios estén rescatando imágenes que exaltan esa condición de superclase del jugador. Los tiros libres impecables, sus centros ajustados, aquel golazo al Wimbledon, diabluras de distinta factura. Con el Manchester United o con la Selección Inglesa. Jugadas en las que siempre luce ese impecable toque de balón con el pie derecho, digno sólo de los mejores zurdos de la historia.

Y, por cierto, tiene un reto por delante: rara vez un jugador inglés, por bueno que fuera, ha funcionado fuera de la Isla. La razón está en que allí siempre se practicó un fútbol distinto, más primario, noble y directo. Bernabéu decía que todo gran equipo debía tener dos argentinos y ningún inglés. Consideraba a éstos demasiado inocentes, demasiado incautos, para la perversidad del fútbol que se jugaba fuera de la Isla. Pero el fútbol inglés ya hace algunos años que está mezclado con mil influencias, incluidas las italianas y argentinas. Y es en ese nuevo ambiente donde se ha criado Beckham.

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