¡Socorro! ¡El calcio está aquí de nuevo!

Pasaron los dos italianos, a nuestra costa. Y es de lamentar tanto por lo que nos afecta como por lo que significa. Durante unos años, el calcio dejó de obtener los brillantes resultados que solía. (Dejó de obtenerlos en coincidencia con la mejor vigilancia antidoping, dicho sea de paso). Su fútbol de cerrojo, presión y contraataques cada mucho dejó de rendir grandes resultados. Todos lo celebramos. Incluso parecía que el Milán lideraba una reacción en Italia, en busca de un juego mejor hecho, de construcción, de toque, más grato a los espectadores y a los propios futbolistas.

Y ahora resulta que se nos han colado en las semifinales de la Champions dos equipos con el peor y más arcaico estilo del calcio. Y a nuestra costa. Lo del Inter en Valencia fue particularmente odioso. Se encontró con un gol casi sin buscarlo, en un increíble fallo de Ayala. Luego se parapetó, seguro de que con tantos defensas y tan buen portero no le meterían tres goles. No le importó que le metieran el primero ni el segundo. Tenía su cálculo. Dejó que el Valencia lo hiciera todo, que consumiera méritos inmensos y apostó todo al cerrojo, a la suerte, a su portero. Un horror.

Al Valencia sólo se le puede decir que caer así es ganar. Su partido fue para colgarlo en un cuadro. Y en el Camp Nou, la Juve, sin tanta exageración, hizo tres cuartos de lo mismo. El líder del calcio eliminó sin grandeza y por casualidad al número doce de nuestra Liga. Y hoy es fácil que se cuele un tercer italiano en semifinales, el Milán, que ha dejado pendiente su revolución para volver a la vieja escuela. Así que Madrid o Manchester tienen una misión por delante. Pase el que pase, expresará lo mejor del fútbol frente a este resurgir del odioso fantasma que ya creíamos definitivamente vencido.

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