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El ‘glam’ de David Beckham

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Supongo que para el puro fútbol, Van Nistelrooy o Barthez cuentan —y pueden ser temidos— igual que David Beckham. ¿De dónde procede entonces el añadido, un pelín morboso o mórbido, que el nombre de Beckham produce en aficionados y aficionadas? Creo yo que en el hecho de que tratándose de un jugador verdaderamente grande (con goles y trabajo en el campo) Beckham se ha convertido además, insisto, en una megaestrella de la publicidad y en el hombre que ha conseguido —no él sólo, pero sí el más visible— que los futbolistas puedan provocar en sí mismos otro entorno y otra mirada.

Ustedes se imaginan a Di Stéfano o a Bobby Robson anunciando calzoncillos o tintes para el pelo, en plan glamour? Incluso más cerca, ¿se lo imaginan en Butragueño o en Maradona? Seguro que no. Entonces el fútbol tenía que ser más rudo. Ahora, por lógica, sigue siendo fuerte, pero permite que algunos futbolistas (cambiando para bien la imagen de lo muy masculino) sigan la moda, anuncien ropa, se fotografíen en la pasarela y sean considerados —además de por sus goles— por su look. Cortes de pelo, pendientes, laca de uñas... ¿quién lo hubiera dicho en el medio futbolístico no hace tantos años? ¿No sé rasgarán las vestiduras, aunque sea en secreto, todavía más de uno? Ese hombre nuevo que puede ser gran deportista y refinado estilista de sí propio —aunque tenga ya muchos pariguales, cada cual a su bola— tiene hoy un nombre y un sello internacional, un cuño de inicio, que se ha ganado a pulso y con millones: Beckham. De ahí el ruido. Y las bengalas pirotécnicas entre fotógrafos y espectadores que el astro inglés despertará sin duda esta tarde.