Hay que jugar donde toque y el día que toque

El Madrid pasó las de Caín, pero ganó. Mal campo, desde luego. Indigno de la Champions. El ruedo de la plaza de toros de Fregenal de la Sierra está mejor para jugar al fútbol que el campo del Lokomotiv, pero en el fútbol hay que jugar donde toque y cuando toque. Así son las cosas. Lo ideal sería que todos los campos estuvieran como San Mamés, pero no siempre es posible. Y demasiada faena para los rusos es su singularidad climática, que provoca que su temporada cabalgue inevitablemente entre dos inviernos y les hace coincidir la fase decisiva de la Champions con su pretemporada.

Además, si el Madrid pasó las de Caín en Moscú fue por culpa del empate concedido ante el propio Lokomotiv en el Bernabéu. Aquel descuido lo ha tenido atravesado durante toda la liguilla, de la que al final ha salido bien parado por la suerte de cara en dos instantes decisivos: el gol de Portillo, ya en el descuento, en Dortmund, y el disparo al limbo de Julio César en los últimos instantes del partido de ayer. Pero ha pasado, además, porque es más equipo que el Lokomotiv, el Borussia y me atrevo a decir que hasta que el Milán. Y al final eso se impone.

La lección es que hay que apretar siempre. Que veinte minutos de descuido en el partido más fácil de la liguilla pueden costar una eliminación. Y la segunda lección es que el equipo necesita algo más de presencia en circunstancias digamos antifutbolísticas, como las que encontró ayer en Moscú. Fue otra vez como jugar en El Sadar. En la segunda parte, el Madrid no la cogía ni con la mano. Sí, el campo era un asco, sí. Y el vigor de los rusos era tremendo. Pero un equipo grande no puede permitir que le saquen del partido hasta ese extremo. El Madrid necesita una solución a eso.

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