El fútbol es un juego de instantes

Ismael lanza un penalti alto a falta de siete minutos para el final; tres minutos después, Karpin marca y la Real gana. Fabio Aurelio falla un penalti en San Mamés (o, mejor, lo para Aranzubia). De vuelta del córner subsiguiente, el Athletic marca en un impecable contraataque. Imposible no establecer el paralelismo entre estas dos situaciones, que sirvieron para decidir sendos partidos y que nos recuerdan que el fútbol es un juego de instantes. Cada equipo pone de sí lo que puede en cuanto a recuperación, producción de juego, intensidad, control del balón. Eso es jugar al fútbol, eso es volcar el campo hacia la portería contraria, eso es hacer alarde de destreza como equipo. Pero luego todo se resuelve en la fugacidad de unos instantes.

Eso es lo que no pueden controlar los entrenadores. Los mejores, si hay alguno, pueden prever todo lo previsible, pueden plantar bien el equipo en el campo: firme, solidario, físicamente despierto, decidido a ganar. Pero cuando, cada diez minutos, más o menos, haya una jugada de peligro en una portería o en otra, será un jugador el que decida, y tendrá que decidir ante una situación impensada, no entrenada, irrepetible. Será Palermo frente a Casillas, que rechaza y salva el partido para su equipo. Será Carew ante Aranzubia, rematando de mala manera con Aitor Ocio colgado de su brazo. Será Berizzo que ha tenido la buena ocurrencia de cruzarse todo el campo porque sí, arrastrado por una corazonada, y que llega justo a tiempo para crucificar a Esteban.

Por eso el fútbol es de los jugadores, no de los entrenadores. El fútbol es del chutador que templa la pierna en el penalti, o del portero que adivina y roba una décima de segundo al remate, y por eso lo para. El entrenador puede prever y disponer para todo aquello que no son los instantes decisivos del partido. Suyos son al menos 89 minutos. Pero el otro minuto, dividido en varias fracciones de unos pocos segundos, el que queda fuera de su alcance, es el que resuelve el partido. Ahí es donde aparecen los regates de Guti, el contraataque del Athletic, la pierna temblorosa de Ismael, los reflejos y la adivinación de Aranzubia o Casillas, el tiro inapelable de Nihat, el santo de espaldas de Palermo, la fe fanática de Tamudo, la corazonada de Berizzo.

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