Valverde, tras el susto
El murciano (41 años) quiere una medalla en un circuito muy duro (4.865 m de desnivel). El positivo de un masajista casi da al traste con su participación.
Alrededor del monte Fuji, el volcán dormido que veneran los japoneses, la próxima madrugada (inicio a las 04:00, final hacia las 11:00 del sábado, TDP y Eurosport) se jugarán las medallas del ciclismo. Se jugará también Alejandro Valverde, el ciclista que parece tan sagrado y eterno como el monte de nieves perennes, la posibilidad de abrochar a sus 41 años una carrera inmensa a la que ya puso una guinda con el Mundial de Innsbruck 2018 pero en el que aún queda hueco para una chapa olímpica. Una posibilidad que casi se va al traste por el positivo en COVID-19 del masajista Joseba Elgezabal, que compartía habitación con el seleccionador Pascual Momparler, y que se conoció a última hora de este viernes. La Federación Española confirmó que los ciclistas no estaban afectados y podrán correr.
El día que el Bala se vistió de arcoíris, el circuito presentaba un desnivel acumulado de 4.670 metros y entre sus escuderos estaban Ion Izagirre, Omar Fraile y Jesús Herrada, a los que en Tokio se une Gorka Izagirre. "Este es el equipo de Innsbruck, gente que sabe correr sin pinganillo y meterse donde hay que estar", recuerda el seleccionador, Pascual Momparler. Y es que el circuito que dejará la foto icónica del pelotón frente al lago Kawaguchiko y Fuji de fondo, sobre 234 km, es también durísimo, con 4.865 metros de desnivel.
"No va a hacer falta atacar, porque será una carrera de eliminación. Es el circuito más duro que he visto en mis cinco Juegos tras el de Pekín (oro de Samuel Sánchez). El calor y la humedad serán intensos, hay que comer e hidratarse, porque si no se puede pasar factura", analiza Valverde, que voló el lunes desde París tras acabar el Tour.
Como Tadej Pogacar, el devorador (general y tres etapas), o el todoterreno Wout van Aert (otros tres parciales). O Richard Carapaz, tercero en el cajón. O el tiburón Nibali, que echó pie a tierra en Francia para llegar más descansado. La carrera será difícil de controlar con el sube y baja, la ascensión a las faldas del Fuji (15 km al 6%) y, sobre todo, a Mikuni (6,5 km al 11%), a unos 25 km de meta. "No es el Mortirolo, pero sí muy exigente y con carretera rugosa. No va a hacer falta mucha estrategia porque la gente va a caer", visualiza Ion Izagirre.
La incógnita es cómo responderá el cuerpo al jet lag, a las siete horas de diferencia, sin casi adaptación. "Eso será lo difícil, saber si con cuatro días será suficiente, pero será igual para todos", recuerda Valverde, afilado, con el recuerdo de su gran etapa en Andorra (sólo Kuus pudo con él), su pelea en las clásicas este año y ese remate de Innsbruck a Bardet, Woods y Dumoulin en la cabeza. La meta, en el circuito de velocidad de Fuji tras un descenso y un repecho final. Una meta con premio olímpico. Su última bala.