Phelps: "Espero que no haya un aumento de suicidios en atletas"

Hablar de Juegos Olímpicos es hablar de Michael Phelps. Entre los de Atenas de 2004 y los de Río de 2016, el estadounidense estableció un récord inmortal, al ganar 28 medallas, 23 de ellas de oro y ocho en los Juegos de Pekín, donde superó a su compatriota Mark Spitz, que se colgó siete en los Juegos de Munich, en 1972. El nadador ya retirado, ahora más implicado en su familia y en su fundación, habló para la NBC Sports sobre el aplazamiento de Tokio 2020.

“Realmente espero que no veamos un aumento en las tasas de suicidio de los atletas debido a esto porque el componente de salud mental es, de largo, lo más importante aquí. Este aplazamiento es nadar en aguas desconocidas. Nunca lo hemos visto esto antes. Fue la decisión correcta, pero me rompe el corazón de los atletas", comentó el nadador, que en el periodo entre Londres y Río tuvo problemas con el alcohol y alguna de suicidio, como reconoció una vez retirado.

Phelps se pone en la piel de los deportistas que han tenido que interrumpir sus entrenamientos. “Toda su vida apunta hacia este momento. Si esto me hubiera sucedido, estaría completamente loco por la incertidumbre. Quiero decir, sin palabras. ¿Es un mal sueño?”, comentó, aunque reconoce que es la decisión correcta. “Me siento realmente mal por todos los atletas que han llegado hasta aquí. Por un lado, me siento aliviado de que tengan otro año, y con razón. Pero la espera también lo hace mucho más difícil”, dijo.

En sus cuatro Juegos, el estadounidense ha vivido momentos también de incertidumbre olímpica, pero ninguna como la pandemia del Covid-19. “Hemos tenido problemas en el pasado, la calidad del aire en Beijing y el virus Zika en Río, pero esto parecía mucho más grande. No parecía algo que pudiera ser administrado o controlado. Simplemente no vi los puntos que se conectan”, comentó.

Phelps regresó al pasado y contestó a la preguntas de la NBC sobre qué hubiera hecho si en Pekín, Londres y Río se hubieran pospuestos los Juegos un año. En el país chino, el estadounidense era un nadador desatado, el mejor de siempre (“me hubiera encantado tener otro año, podía romperme la muñeca y nadar más rápido en seis meses); mientras que en Londres, su nivel mental era más bajo (“No hubiera aparecido. Ese era el estado mental en el que me encontraba. No habría ido”).

En Río, en cambio, se vio un Phelps renacido, protegido por la familia: “No hay manera en el infierno. Quería terminar algo que no había terminado bien. No sé cómo habría sido con un año de descanso, si esos juegos se pospusieran, pero habría encontrado la manera. La subida a la cima de esa montaña fue el mejor momento que tuve en mi carrera”.