Un muro que resistió 26 disparos
Las Palmas alcanzó el máximo de la temporada de tiros en un partido. Sin embargo, el Racing le bloqueó doce, el tope de la liga hasta la fecha.
Encaraba esta jornada Las Palmas como líder de la clasificación por primera vez en cuatro temporadas. Visitaba un estadio con pedigrí, El Sardinero, para prolongar su estancia en la cima de Segunda dos jornadas consecutivas algo que no sucedía desde la temporada 14-15, la del ascenso de Paco Herrera.
Sin embargo, los grancanarios no pudieron renovar su apartamento en la primera plaza debido a un empate a cero. Al término, García Pimienta comentaba que “si analizas que la segunda parte hemos tenido un jugador el punto sabe a poco”. Aunque enseguida quiso darle más valor: nueva jornada liguera imbatido —empieza a otear su récord en Segunda División— otro encuentro sin recibir un tanto —cinco de las seis que ya se han disputado— y permanece en ascenso directo.
A pesar de ello, en el encuentro de ayer domingo, se da la paradoja que Las Palmas lanzó más disparos a puerta que en cualquier otro partido, 26 en total, y más que cualquier otro equipo en lo que llevábamos de liga. De hecho hasta ayer por cada gol que había anotado había producido 6,5 tiros. Casi veinte menos de los que realizó ante el Racing.
Si bien ayer domingo tan solo 3 de esos lanzamientos acabaron entre los tres palos y uno chocó contra el poste derecho de la portería defendida por Parera. Siendo la cifra más baja, a excepción del partido contra el Alavés.
De los 22 tiros restantes que realizaron los amarillos, 12 fueron bloqueados por los defensas racinguistas y 10 no encontraron portería. De hecho esa docena de disparos que fueron tapados por los zagueros cántabros suponen la cifra más alta hasta el momento en Segunda.
Este dato puede ilustrar en buen grado el diagnóstico del técnico amarillo a la conclusión del encuentro, cuando afirmaba que ”con el orden que ellos tenían con sus nueve jugadores de campo, necesitábamos desordenarlos”. Y es que el enorme ejercicio de defensa planteado por los racinguistas evitó que casi la mitad de los tiros amarillos no pasaran el control de seguridad y los que lo hicieron no pasaran sin magulladuras.
De ahí los intentos del técnico por intentar romper por el exterior, “la clave era ir por fuera para ver si con algún centro éramos capaces de cogerlos desorganizados”. Y con ese objetivo gastó casi todos los cambios, primero entraba Álvaro Jiménez por la derecha. Después, Benito y al final, daba entrada a Pejiño y retrasaba al aldeano al lateral, siendo desde ahí por donde más peligro y centros acumuló al final del encuentro y donde parecía que se podía descoser la zaga santanderina.
A pesar de los intentos, el marcador no se movería y Las Palmas no se volvió de vacío de El Sardinero pero sí lo hizo con regusto a insatisfacción y por eso comentaba el entrenador amarillo “me quedo con que teníamos que haber acosado un poco más al Racing en la segunda parte. Teníamos que haber sido más insistentes, después entrará la pelota o no”. No en vano, el Racing supo minimizar los daños a pesar algo más de una mitad con un jugador menos.