Un año con Orlegi Sports: de la ilusión a la inquietud
El 28 de junio de 2022 se produjo el cambio de propiedad en el club que no ha mejorado los resultados deportivos y ahora genera dudas entre la afición.
El Sporting vive hoy el primer aniversario del cambio en la propiedad. El 28 de junio de 2022, en una notaría de Madrid, se firmaba la compra-venta del mayor paquete accionarial de la entidad rojiblanca que pasaba de la familia Fernández al grupo mexicano Orlegi Sports, con Alejandro Irarragorri al frente.
La ilusión se desató hasta límites insospechados en el sportinguismo, deseoso de acabar con algo más de dos décadas de gestión de José Fernández, primero, y su hijo Javier a continuación. Pero un año después, aquella ilusión se ha transformado en inquietud para todo aquel seguidor rojiblanco ajeno a cualquier interés más que su pasión por el club de sus amores, es decir, aquel alejado del odio o animadversión a cuanto pudiera oler a la etapa pasada o de quien haya tenido una mínima empatía con la anterior propiedad.
El paso de los meses, con unos resultados deportivos que no han cambiado y con decisiones impopulares en su mayoría, que pretenden transformar al completo el Sporting pero que han empezado a provocar cierto desarraigo social, han sembrado de preocupación el entorno de un club que ha cumplido 118 años de historia. La afición cerró la etapa Fernández señalando al palco y, un año después, la nueva presidencia del club también está en la picota.
Y eso que todo empezó para Alejandro Irarragorri como protagonista del mejor de los sueños para este nuevo proyecto. El empresario mexicano, que decidió apostar por la continuidad de Abelardo Fernández en el banquillo, se dio a principios de agosto un auténtico baño de masas en la presentación de todos los fichajes para la temporada, con más de 8.000 aficionados en las gradas de un estadio El Molinón rendidos a sus pies.
El anuncio de una ampliación de capital de algo más de siete millones, cubierta en su totalidad por Orlegi Sports, minimizó la respuesta de la afición ante la subida del precio de los abonos que se convirtieron en los más caros de la categoría. Pese a ello, los sportinguistas respondieron a la llamada (había que contribuir a elevar el tope salarial para configurar una plantilla competitiva, se dijo) y se recuperaron entonces unos 1.500 abonados para la masa social. La ilusión estaba en todo lo alto.
La temporada comenzó con el equipo en la zona noble de la tabla y el nuevo proyecto para convertir a El Molinón en una de las sedes del Mundial-2030, si se le concede su organización a España, llegaba para sumar más elementos a favor de la causa. Sin embargo, el Sporting de Abelardo se comenzó a atascar y los desencuentros del técnico gijonés con la propiedad se hicieron cada vez más evidentes.
La entrada del nuevo año, con la charla que mantuvo Alejandro Irarragorri con una representación de los aficionados, comenzó a cambiarlo todo. El fichaje de Jeraldino ya era polémico y abrió la herida en la relación del entrenador con el grupo mexicano, que no titubeó en acordar su destitución tras la derrota en Santander (2-0) a mediados de enero.
A partir de entonces llegaron los despidos en la entidad que han ido confirmando el deseo de Orlegi Sports de acabar con todo lo anterior, mientras el equipo no conseguía levantar el vuelo de la mano de un entrenador desconocido para la inmensa mayoría de la afición. Miguel Ángel Ramírez no ha logrado conectar con la grada, entre otras cosas porque no consiguió mejorar la clasificación del año anterior (puesto 17), pero tiene toda la confianza desde México para liderar el nuevo proyecto, ya sin reminiscencias del pasado.
La llegada de Orlegi Sports le dio al Sporting estabilidad institucional y paz social. Mareo está sometido a una profunda transformación, eso sí, en su mayor parte con cargo a los fondos del crédito CVC de LaLiga, para continuar como principal estandarte de este club centenario. Ahora bien, precisamente la gestión de la cantera, la relación con las peñas con un controvertido nuevo protocolo que regulará a los colectivos de aficionados y el precio de los nuevos abonos, aún por conocer, amenazan con rematar un desencuentro cada vez más acentuado que solo los resultados deportivos lo podrán evitar.