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Alegato y sentada por el optimismo

No resulta más fácil ejercer como entrenador que como periodista, no. Lo complicado, tanto en una profesión como en la otra, está en conocer el paño, acertar más que fallar y, sobre todo, mantener coherencia y justicia a la hora de tomar decisiones. Más allá de esa pose de perdonavidas con la que adorna habitualmente sus declaraciones públicas, Luis Enrique tiene un plan y la valentía para ponerlo en práctica. Sin importarle el qué dirán. Así actuó contra Portugal. Su volantazo en la alineación, incomprensible para aquellos que no le perdonan ni la forma de vestir, y sus posteriores cambios meten a España en una segunda Final Four consecutiva. Mucho mérito.

Tras quedarse también a centímetros de otra final, la de la última Eurocopa, existen motivos para el optimismo. Hay seleccionador, y futbolistas que abanderen su idea. Pero hace falta una gran sentada que nos ayude a serenar ese perjudicial ambiente de guerracivilismo que la Roja ha sufrido tantas veces a lo largo de su historia. Informadores maduros que uno mantiene en altísima estima relatan, por ejemplo, las tremendas tensiones vividas con Javier Clemente durante el Mundial de EE UU. Una cita a la que por cierto también acudió Luis Enrique. Aquella atmósfera irrespirable contribuyó, Tassotti mediante, a que Italia nos apeara en los (entonces) dichosos cuartos. ¿Por qué no nos miramos todos a la carita antes de ir a Qatar?