Se habla poco de Claudio Giráldez


El Celta se encuentra en la zona media de la tabla, con media permanencia en el bolsillo y echando un ojo a los puestos europeos. Una situación clasificatoria nada espectacular -no es el Girona de la pasada campaña-, pero sí muy meritoria por dos razones. Una, porque se trata de un equipo que en los últimos años se había convertido en un clásico de la lucha por evitar el descenso, y dos, por el perfil extremadamente bajo de su plantilla. Un aficionado medio al fútbol, que no sea gallego, probablemente tenga que recurrir a algún comodín si se le pide que diga el nombre de diez compañeros de vestuario de Iago Aspas.
Uno de los equipos de la Liga que más y mejor ataca está compuesto por jóvenes sin experiencia en Primera y por descartes de otros clubs. Un cóctel, que si aplicamos la teoría popular, apuntaba a Segunda. Tomemos como ejemplo la alineación en la victoria lograda esta jornada ante un rival plagado de nombres contrastados en la categoría como Osasuna. El Celta formó con un portero de 38 años, tres canteranos que empezaron la temporada con ficha del filial, otro jugador de la casa que llevaba tres campañas cedido en Segunda, dos exblaugranas por los que el Barcelona no percibió ni un euro, un descarte del Betis, otro del Leipzig y dos suecos.

A ese grupo de futbolistas los dirige el aún desconocido técnico que hace poco menos de un año relevó al mítico Rafa Benítez. Se llama Claudio Giráldez y es un especialista en cambiar el rumbo de los partidos con sus decisiones. Lo hizo el pasado viernes ante Osasuna, ajustando sobre la marcha el dibujo táctico de sus pupilos después de que los navarros dominaron la primera media hora. Su intervencionismo ya lo han sufrido en los últimos meses Ancelotti y Flick, a ambos les igualó dos goles de desventaja. Además, le pegó un baile sin premio a Simeone en Balaídos, frente a Pellegrini le dio la vuelta a un 0-2 y ha sometido, entre otros, a Bordalás y a Jagoba Arrasate.
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Pese a lo que está logrando, de Giráldez se habla poco o muy poco en los medios a nivel estatal. Su nombre probablemente suene más en las direcciones deportivas. Este lunes ha soplado 37 velas y los ha celebrado disfrutando del sueño de entrenar al equipo de su tierra. Cuando se le pregunta por sus aspiraciones a largo plazo asegura que solo piensa en celeste, pero más celtista que Aspas no hay nadie y en su día el de Moaña hizo las maletas. Si Claudio continúa obrando milagros en Vigo, los trasatlánticos de este deporte no tardarán en golpear a su puerta.
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