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Modric: Mourinho no exageraba

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“Insistí tanto en traer a Modric porque tenía todo los que necesitábamos: técnica, visión y lectura del juego, calidad a la hora de tomar decisiones, velocidad de pensamiento, pasaba en largo, en corto, marcaba desde fuera del área, sabía presionar, era intenso e inteligente para posicionarse”. Nueve años después de su fichaje por el Madrid, Mourinho explicó así en Sportske Novoski su insistencia en el mejor centrocampista de la historia del club. Al menos de los que yo he visto, Zidane incluido. Por ese buen ojo se ganó el portugués un merecido perdón de todo lo que perpetró después. Y por su rendimiento le valió la pena al Madrid aguantar un pulso de 56 días con Daniel Levy, presidente del Tottenham, negociador de granito.

Modric tenía 26 años, había pasado la pretemporada en rebeldía, entrenando en solitario, y tardó en entrar. Lo que sucedió después ni el ojo de Mourinho lo hubiese adivinado. Cada año jugó mejor que el anterior. Hay que echarle horas en una videoteca para encontrar un mal partido del croata. Eso define a los más grandes: jugar bien todos los partidos y en todos los campos. Solo se ha quedado corto en vanidad, ese mal de altura que sobreviene cuando se ronda el Balón de Oro.

Con 35 años estuvo en casi todas las fotos del año mágico: aquella persecución de juvenil a Messi alimentó la remontada ante el PSG; luego le regaló a Benzema el 2-1. Con su pase de exterior a Rodrygo forzó la prórroga ante el Chelsea. Y puso la primera piedra del gol de la final al salir ileso de la presión de tres jugadores para desordenar el repliegue del Liverpool. Lo último que se sabe de él fue un recital en Vigo. Con el estómago lleno sigue teniendo hambre.