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BARCELONA

Mario Rosas, ‘el mejor de La Masia’: “Xavi está arreglando un club que iba a la deriva”

Fue un niño prodigio, el mejor de la cantera del Barça según el propio Xavi, pero se quedó. Ahora, como entrenador, recuerda su historia y analiza el presente.

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Mario Rosas, ‘el mejor de La Masia’: “Xavi está arreglando un club que iba a la deriva”

“Mario Rosas era el mejor de La Masía. Nunca olvidaré su nombre. Jugaba con ambas piernas. Lo tenía todo, pero se perdió”. Una confesión de hace tiempo atrás de nada más y nada menos que Xavi Hernández, técnico del Barcelona y que, este fin de semana, se medirá al Alavés. Precisamente, en Mendizorroza, fue donde aquel niño prodigio catalogado por el de Terrassa dio sus siguientes pasos en una carrera llamada a ser notable y que finalmente no colmó las altas expectativas. Ahora, Mario Rosas (Málaga, 43 años) atiende a AS desde Bellinzona (Suiza), donde se ha hecho cargo del equipo de la ciudad que milita en la Segunda División para hacer un repaso a su trayectoria como futbolista y también a su nueva andadura en los banquillos. Porque el de Rosas fue tan sólo un ejemplo como el de miles y miles de niños que con un talento inverosímil estaba predestinado a triunfar, pero que se terminó quedando en ese largo y abrupto camino hasta llegar a la élite más absoluta. Como una trituradora de sueños, como una estrella fugaz.

A sus 12 años, la vida tanto de Mario Rosas como la de su familia cambió para siempre, con la aprobación de sus padres, aunque con la intranquilidad de su madre ante cierta incertidumbre. El culpable, el ‘Boquerón’ Esteban Vigo. El por aquel entonces ojeador del Barça en la zona de Andalucía convenció al malagueño después de un encuentro en Vélez para abandonar el pueblo humilde de Posada Alta donde se crio para aterrizar en La Masia. Allí, Rosas encontró a su ‘alma gemela’, Xavi Hernández. Juntos, fueron de la mano desde el primer día hasta el primer equipo. Ambos eran la pareja de moda de la cantera blaugrana y los dos jóvenes más prometedores de su época. Uno lo consiguió. El otro no. Dos carreras con una antítesis total. “Tenemos una relación de muchísimos años, nos criamos juntos y nos tenemos muchísimo aprecio. Es una persona de 10 y tanto sus padres como su entorno en general son gente fantástica. Sigo al Barcelona porque es el club de mi vida, pero también ahora con más detalle porque él es un gran amigo mío”, sintetiza Rosas acerca del actual técnico del Barcelona.

Rosas y Xavi, Xavi y Rosas, dos chicos llamados a liderar a todo un Barcelona en generaciones futuras y de cuyo talento Louis Van Gaal era consciente mejor que nadie. Tanto que, el en su día entrenador culé, citó a ambos para entrenar con el primer equipo aun siendo unos críos. “Cuando nos llamaron a los dos, me acuerdo que la primera frase de Xavi fue ‘vamos a entrar juntos al vestuario porque yo estoy cagado’ (risas). Yo tengo una admiración brutal por Luis Enrique y para mí es un 10, pero gente como Figo, Abelardo o Guardiola nos hicieron sentir como uno más a Xavi y a mí. Nos decían lo típico de ‘no pasa nada’, ‘es lógico estar nerviosos’, pero el ver cómo desde el primer minuto nos acogieron... Lo que nos tranquilizó a los dos yo creo que fue sobre todo la naturalidad con la que nos trataron”. Tal era el potencial del malagueño que, incluso en su día, se llegó a decir que uno de los predilectos de Johan Cruyff en sus últimos años como entrenador azulgrana era el propio Mario Rosas, aún cadete, aunque como en toda historia siempre hay mitos que nunca se llegará a saber la verdad absoluta. “Yo realmente no lo sé. A mí también me lo han dicho y me han mandado muchos recortes donde sí se ve que dijo que Celades y yo éramos sus ojitos derechos, pero si soy sincero no puedo asegurar si era cierto o no”.

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Una opinión del genio holandés que mantendrá cierto toque de misterio, pero que el propio Xavi se encargó de disipar al afirmar que Rosas era el mejor jugador que había pisado La Masia. Unas palabras que ponen de relieve el tipo de futbolista que era el malagueño en una generación liderada por Puyol, Luis García, Gabri o el propio Xavi. Casi nada. “Pienso que me quiere demasiado (risas). Al final que alguien como él diga esa frase me hace sentir agradecido y orgulloso”, asegura Rosas sobre la declaración del de Terrassa. Dos amigos que vivieron una etapa inolvidable haciendo realidad su sueño de jugar en el Barcelona y que, como dos niños, se divertían dentro y fuera del verde. “Es un fenómeno, accesible como pocos y encima gracioso. Yo compartía piso con Gabri, pero Xavi se quedaba a dormir muchas noches. Algún festival montamos y algún globo de agua cayó por el balcón. Luego, en pretemporada, los dos, junto a Jofre, cogíamos los carritos de golf y atravesábamos los campos. Varias veces se nos cayó y lo tuvimos que dejar ahí tirado”, ironiza Rosas.

Una amistad forjada desde la infancia en un Can Barça siempre exigente. “Es un club con muchísima presión. Hay jugadores que son suplentes tres partidos y dicen ‘me quiero ir’. Pero oye, ¡qué estás en el Barcelona! Yo el mejor ejemplo. No tuve esa paciencia. Venía de ser un jugador del filial y quería llegar al primer equipo y jugar todos los partidos. Y eso es muy difícil. Cuando sales de un club como el Barça te das cuenta de donde estabas. El no valorar lo que tienes hasta que lo pierdes”. Esa cruda realidad lejos de La Masia fue la que experimentó Rosas en sus propias carnes cuando optó por abandonar la Ciudad Condal y poner rumbo a Vitoria. “La idea era salir al Alavés, jugar y volver al Barça, pero no se pudo dar. Ahora, desde la madurez quizás sí hubiera tomado otra decisión porque yo no era un perfil bueno para el Alavés en ese momento. Venía del Barcelona con un ADN muy marcado y allí era el polo opuesto. ¿Arrepentirme? Lo hice pensando que era lo mejor para mí, pero si volviera a la edad que tenía igual haría las cosas de otra manera”.

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“Xavi ya ha cumplido su sueño como barcelonista”

Dos clubes grabados a fuego lento en el corazón de un Rosas que se medirán en Montjuic este fin de semana y de los que el malagueño guarda un gran afecto. “Tengo un cariño muy especial al Alavés, pero el Barça es especial. Es el equipo de mi vida”. Un Barcelona en el que el proyecto de Xavi vive ahora sus horas más bajas, pero en el que el malagueño confía ciegamente en su amigo. “Xavi es el mejor entrenador que puede tener el Barcelona y, para él que es tan barcelonista, su sueño ya lo ha cumplido. El Barça es un club muy complicado, uno de los más difíciles del mundo y conseguir lo que está haciendo no es sencillo. Y encima ganando títulos. Está arreglando un club que iba a la deriva”, revela un Rosas que pone en alza su apuesta por los canteranos. “Una persona que ha estado tantos años en el club, que conoce mejor que nadie la filosofía, que a él lo sacaron siendo un niño y lo pusieron en el primer equipo... Él no va a tener miedo en hacer lo mismo y se está viendo. Ahora parece que sea fácil poner a los Yamal, Fermín, Balde... y no lo valoramos. Cogió al equipo cuando tenía mucho que perder y poco que ganar, con una situación económica terrible, sin muchas herramientas y a años luz de poder ganar cosas o poder competir con los grandes. Y lo aceptó incluso poniendo dinero de su bolsillo. El amor que tiene por el Barça es infinito y dudo de si hay alguna otra cosa que para él sea más grande que esta”.

Ahora, el malagueño echa la vista atrás y relata su juventud y carrera deportiva como jugador con la voz entrecortada y cierta nostalgia. Lo hace desde Bellinzona, un modesto pueblo de Suiza. Allí, está continuando su andadura en los banquillos, donde llegó hace apenas un mes para coger las riendas del equipo de la ciudad en la Segunda División tras sus previos pasos por Croacia y Baréin. “Estamos muy contentos porque el país aparte del equipo es acogedor. Nos han hecho sentir muy cómodos desde el inicio. Mi objetivo no es hacer experiencias fuera para volver a casa. Es obvio que me haría ilusión, pero no me lo he marcado. Estamos abiertos a cualquier cosa y si tenemos que seguir en el extranjero no vamos a tener ningún problema”, revela un Rosas incapaz de ocultar su predilección por el banquillo del Barcelona, pero que se muestra realista y con los pies en el suelo. “¿A quién no le gustaría entrenar al Barça? Quien diga que no, miente. Me encantaría evidentemente, pero, a día de hoy, no me lo marco. Mi objetivo es seguir haciendo las cosas bien y no es un tema en el que piense en el día a día”.

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De esta manera, Rosas sigue ligado a la pelota con la misma o incluso más ilusión que cuando comenzó a jugar en las calles del barrio de Posada Alta. Una pasión por el deporte rey que ha llevado el malagueño consigo desde muy niño y que le ha mostrado todas sus facetas a la velocidad de la luz, desde las más inimaginables hasta las más arduas. “He vivido todas las caras del fútbol. En cuestión de año y medio o dos pasé de estar en el foco con 18 años, de debutar con el Barcelona y de ser internacional a estar sin equipo. Pero en el fútbol, por suerte o por desgracia, son cosas que pasan. Y esa es la grandeza del deporte, que hay cosas que no sabes porqué suceden”. Un ejemplo eterno de lo que pudo ser y no fue como futbolista del que busca ahora redención desde los banquillos.

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