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RAYO VALLECANO

Los tesoros del Rayo-Real Madrid

Los hermanos Hamza y Haider guardan un balón que Valverde mandó a su terraza durante el choque y los pequeños Samuel y Mario, las sudaderas que les regalaron Vinicius y Valverde.

Samuel y Mario, con sus sudaderas.
CHEMA DIAZDIARIO AS

A muchos les costó dormir tras el Rayo-Real Madrid, por los nervios, la euforia... el resultado. Sin embargo, hubo tres familias en Vallecas que no pegaron ojo, además, por otro motivo. Se habían hecho con un tesoro. Y esos momentos corrieron como la pólvora en redes. El primer vídeo recogía el instante en que un balón del madridista Fede Valverde salía del campo directamente hacia la terraza de un apartamento. Ahí, sus tres ocupantes, emularon a Courtois y Dimitrievski y se aferraron a esta joya. No tardó en hacerse viral. Tampoco el otro vídeo, que mostraba a dos niños recibiendo la sudadera de sus ídolos Vinicius y Valverde, envueltos en sonrisas y lágrimas a partes iguales. La madrugada no aplacó esas mariposas en el estómago, tal y como confiesan los protagonistas a AS.

Los hermanos Hamza y Haider son dos ingenieros iraquíes. Estos días se encontraban visitando a sus padres, Gaber y Zainab, que viven en un apartamento de la calle Teniente Muñoz Díaz. Ellos andan a caballo entre su país de origen y el de adopción. Cada tres meses pasan en Vallecas dos semanas y así lo llevan haciendo desde 2019. El lunes presenciaron el derbi en un lugar privilegiado: su balcón. “Era el primer partido que veía desde aquí, pero no será el último, que necesito más balones”, ríe Haider, quien lleva con humor su salto al estrellato: “No paro de hacer entrevistas. Mi hermano ya está volando de camino a Iraq y no sabe la que se ha liado”. De la escena existen dos tomas, una filmada desde el campo y otra desde dentro del piso. “Mis amigos de allí me pidieron fotos y vídeos del derbi. Mientras grababa, Valverde golpeó y no fue gol contra el Rayo, sino contra la terraza”, explica, mientras su madre apunta: “Menos mal que son buenos porteros y lo pararon, no me rompieron nada”. Pelota, en árabe, es lo que se les escucha gritar eufóricos. Ahí las dudas aparecieron entre los hermanos: “Yo quería devolverlo, pero Hamza me dijo que no”. La grada les coreaba: “¡Quédatelo!”. Le hicieron caso y su hogar se convirtió, desde entonces, en lugar de peregrinación: “No paran de llamar al timbre”.

No vendería el balón ni por un millón de euros. Es parte de nuestra memoria”

HAIDER

La solución final a esa disyuntiva era fácil de adivinar porque el balón reposa sobre la mesa del salón y sus ojos se prenden cada vez que lo miran. “Mi sueño ahora es que lo firme Fede Valverde”, pide Haider, que desmiente que esté en venta en Wallapop por 200€. Ese anuncio es fake. “No lo vendería ni por un millón de euros. El dinero viene y va, pero esto es para siempre. Es parte de nuestra memoria”. Lo tienen claro. Toda la familia Al Mula. En lo que no se ponen de acuerdo es a quién animar. “Me gusta el Madrid, pero tengo al Rayo en el corazón... Bueno, y ahora al Madrid en mi mano”, bromea Haider, sosteniendo el esférico. A su padre, Gaber, le tira más el barrio: “A mí me gusta Isi y sabía que el Rayo iba a ganar. Soy un hombre de fe”. A lo que Zainab añade: “El balón es un buen regalo de Alá”. Su próximo destino será Irak. Ya hay expectación.

Haider sostiene el balón en su terraza, junto a su padre Gaber.
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Haider sostiene el balón en su terraza, junto a su padre Gaber.CHEMA DIAZDIARIO AS

Al término del partido, Fede Valverde volvió a ser el protagonista. Ya en la puerta de vestuarios le esperaba Mario Guijarro, de 13 años, con un cartel pidiéndole la camiseta. “Me dijo que no tenía nada para darme, que esperase. Entonces, se quitó la chaqueta y me la entregó. Me puse a llorar”, dice con la voz quebrada, pero retoma: “Tiene mucha clase. Es mi ídolo porque yo juego de mediocentro en el infantil del Moscardó”. A pesar de la emoción de tener la sudadera, hay algo que valora tanto o más: “Me abrazó. Nunca me había pasado algo así”. Junto a él estaba su amigo Samuel Rodríguez, de 10 años, que preparó otra pancarta, aunque el destinatario del mensaje era otro, Vinicius. “Le llamé, pero en bajito. No sabía qué hacer y cuando se acercó nos hicimos un selfie”. Lo enseña, pero apenas se les distingue. Todo está borroso. “Como estaba temblando... No salió nada”, afirma resignado. Ya tiene su tesoro.

No sé qué colonia usa Vinicius, pero debe ser de las caras porque la sudadera sigue oliendo a él”

DÉBORA

“Al principio me dijo que no podía darme la chaqueta, pero Mario vino a echarme una mano, hablar con él y me la terminó regalando. Es muy alegre. Me encanta, regatea súper bien, tira súper bien...”, enumera Samuel, que sigue con una permanente sonrisa. “Hasta la una y media no se pudo dormir. Vino con esa misma sonrisa, vamos, con la cara así, desencajada”, cuenta divertida Débora, su madre, que avisa: “No sé qué colonia usa Vinicius, pero debe de ser de las caras porque sigue oliendo mucho a él”. Tal cual. “Hoy seguíamos pensando que había sido un sueño”, retoma Mario. A la mañana siguiente, en su clase, no se lo creían. “¡Menos mal que están los vídeos! Primero nos decían que las sudaderas eran falsas, después que nos las habíamos comprado nosotros...”, arranca el mayor de los amigos, a lo que el más pequeño salta: “¡Sí claro, estás tú que nos vamos a gastar 90 pavos!”.

Ellos lucen con orgullo su conquista, que dice mucho también de la cercanía de los astros madridistas, a pesar de la derrota. Eso sí, cada uno de los chavales tiene su propio plan... “Voy a guardarla hasta que me quede bien”, razona Samuel, pero Mario aboga por el carpe diem: “Ah, pues yo me la voy a poner”. Ambos suben la Avenida de la Albufera como si hubieran venido los Reyes, con la misma ilusión que se respira en el hogar de los Al Mula. Cosas del fútbol... y de Vallecas.