La goleada que no fue

Al Madrid le cuesta hacer sangre en un Clásico reciente. Fuera de aquel majestuoso 0-4 en el Camp Nou en la vuelta de las semifinales de Copa en 2023, si gana lo hace perdonando en ocasiones la goleada. Como este pasado domingo. La sensación en el Real Madrid es que se pudo y se debió ganar por más. Que el 2-1 a su gran rival es un gran impulso anímico pero supo a poco, no refleja su superioridad frente al Barcelona en ese encuentro. Y la estadística avanzada le da razón. Debió marcar otros dos goles...

Es lo que reflejan los expected goals. Los goles esperados. Es una métrica compleja que calcula la probabilidad de que un disparo a puerta termine en gol, basándose en las características de la jugada como la distancia, el ángulo y la posición del portero. Según esa estadística y en función de las ocasiones de las que gozó, el Madrid tendría que haber marcado 3,6 goles (casi dos más de los que logró realmente) y el Barça 1,03. Es decir, mientras los de Flick sí estuvieron en sintonía con el peligro generado, el Madrid no. Se quedó corto.

Una goleada que no fue y que vino, presumiblemente, muy influida por ese penalti fallado por Mbappé en el minuto 50 del Clásico. La mano dura de Szczęsny contuvo ese 3-1 y fue una especie de dique sobre el que Barça evitó caer al vacío. El Madrid no volvió a disparar entre los tres palos culés hasta los minutos 94′ y 95′ con doble parada del portero polaco a Rodrygo... El Madrid contuvo, no machacó.

El propio Xabi vino a admitir que golear era el objetivo secundario. “Para la gente era importante ver que su equipo podía competir y ganar un partido grande“, explicó al ser preguntado por qué buscaba con su planteamiento de partido. ”Sabemos que todavía es octubre y que hay que remar mucho, pero queríamos buenas sensaciones y así ha sido”. Ganar y con un buen feeling colectivo. Dos de dos. Pero quedó en el tintero aplicarle al Barça, que no suele ahorrar cuando atisba la opción de golear a los blancos, su propia medicina insaciable.

Pasó en el último duelo con título en juego directo entre ambos, la pasada final de la Copa del Rey. La remontada en siete minutos (del 70′ al 77′) a través de los goles de Mbappé y Tchouameni hizo tambalearse por primera vez al Barça de Flick en un Clásico, pero los muchachos aún de Ancelotti no remataron la faena. El Madrid no supo aprovechar ese momentum y el Barcelona tiró de fe para levantarse, igualar en el 84′ y luego en la prórroga apuntarse el título con una diana de Koundé. Sobrevoló en el regreso de la expedición madridista el sentir de haber dejado vivo a su gran rival y haber pagado un alto precio por ello.

El Barça, a cuchillo

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Una situación que, en el vestuario culé, se maneja de otra manera. Desde el famoso 2-6 de 2009 con Piqué enarbolando la manita, a otros menos pretéritos. La temporada pasada, por no incidir más. El Barça desarboló al Madrid en la segunda parte del Clásico liguero con 0-4 y sin aflojar un milímetro el pie del acelerador aunque tuviera el triunfo a buen recaudo. Tampoco tuvo piedad alguna en la final de la Supercopa, con el 2-5 que machacó al equipo blanco y también le dejó sin levantar ese trofeo. A la inversa, al Madrid le está costando. Tendrá más ocasiones este curso. Como poco en la visita a Barcelona el 10 de mayo... si no hay antes un cara a cara de nuevo en la Supercopa, la Copa o la Champions...

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