El gas de la risa, la droga silenciosa que alarma a los clubes
Legal, barato y sin dejar rastro en los controles, el óxido nitroso se normaliza en el ocio de futbolistas profesionales.

En una discoteca cualquiera, en casas o en habitaciones de hoteles antes de salir, el gesto se repite. Un globo, una inhalación profunda, risas nerviosas y un efecto fugaz que dura apenas unos segundos. Un subidón. No deja olor, no deja rastro y, sobre todo, no da positivo en ningún análisis que busque rastro de drogas o dopaje. El óxido nitroso, conocido popularmente como gas de la risa o ‘hippycrack’, se ha convertido en una presencia habitual en el ocio nocturno europeo. Y el fútbol, una vez más, no es ajeno a esta moda. De ser un gas comprimido en cartuchos para montar nata a convertirse en los últimos años en una ‘droga blanda’ que entra en el juego.
Desde hace años, vídeos, fotografías y testimonios han ido mostrando a distintos futbolistas de élite consumiendo esta sustancia en contextos de fiesta y ocio nocturno. Un fenómeno que sigue vigente y preocupa a médicos, clubes y formadores de cantera. El problema no es tanto por su impacto deportivo inmediato, sino por los riesgos para la salud y el mensaje que traslada a la sociedad.
La Premier, el primer gran escaparate
Las primeras imágenes que sacaron el tema a la luz del debate público aparecieron en 2018. Mesut Özil, Alexandre Lacazette, Mattéo Guendouzi o Pierre-Emerick Aubameyang fueron grabados mientras militaban en el Arsenal inhalando gas desde globos en una discoteca, rodeados de botellas de alcohol de alta gama. El episodio generó debate y cierta indignación más siendo deportistas, pero también una peligrosa sensación de banalidad y falta de castigo: los jugadores no enfrentaron sanciones deportivas ni consecuencias legales. El mensaje implícito fue claro: no pasa nada.
Desde entonces, los casos se han ido sucediendo en el fútbol inglés. El más reciente y mediático ha sido el de Yves Bissouma, jugador del Tottenham, grabado inhalando óxido nitroso en un vídeo difundido en redes sociales. El club londinense en este caso abrió una investigación interna y aplicó una sanción disciplinaria. El jugador asegura que varios robos sufridos en su domicilio le han llevado a buscar la evasión a través del monóxido de dinitrógeno. Previamente, también cayó el último ídolo díscolo de la parte blanca del norte de Londres, Dele Alli.
“Se consume muchísimo”: la normalización
“Se consume muchísimo. No hace falta que te lo cuente nadie. Es algo que está a la vista. Después de una noche de fiesta, en hoteles aparecen 20 o 30 botes tirados por la habitación. Es habitual en zonas de ocio y lo ve todo el mundo”. El testimonio pertenece a un trabajador del ocio nocturno en Ibiza, uno de los destinos más habituales de futbolistas profesionales durante sus periodos de descanso. Un contexto donde la sustancia es legal, barata y fácil de conseguir, utilizada habitualmente para usos alimentarios, pero desviada a un consumo recreativo cada vez más visible. La combinación con alcohol es frecuente. El objetivo, explican quienes lo consumen, es potenciar sensaciones sin asumir los riesgos asociados a drogas consideradas ‘duras’.
Uno de los factores que explica la expansión del óxido nitroso es la enorme facilidad para conseguirlo. No hace falta acudir a circuitos ilegales ni a contactos en la sombra. La figura del ‘camello’ se desvanece como el propio gas y se transforma en plataformas de compra absolutamente habituales por internet, sin ningún tipo de control sobre el destino final del producto. El precio tampoco supone una barrera, por alrededor de 14 euros es posible comprar cargas de óxido nitroso acompañadas de globos o dispensadores. Una accesibilidad que ha contribuido a que muchos consumidores —especialmente jóvenes— lo perciban como una sustancia inocua, alejada del imaginario de las drogas tradicionales. La industria, claro, también se adapta. Sabedores de estos usos, aplican sabores nuevos a un gas que de por sí ya es dulce. “Es legal, lo compras fácilmente y no te deja rastro”, resumen quienes lo consumen. Precisamente esa combinación —legalidad, bajo coste y ausencia de detección— es la que preocupa a sanitarios y formadores.
Desde España, las instituciones ya han tratado de poner coto a la venta con intención recreativa de esta sustancia. Esta está recogida como droga desde 2015 formando parte de la Ley 4/2015, de 6 de marzo, de atención integral en materia de drogas y bebidas alcohólicas. En esa norma, en su artículo 25.2, se prohíbe explícitamente “la venta, la dispensación y la publicidad para el consumo por inhalación de óxido nitroso (ON2)”.
Es más, hasta solo en el ámbito de fútbol, se han llegado a producir detenciones por esta sustancia. Diby Keita, futbolista de Olympiacos, fue detenido en el barrio madrileño de Tetuán en las cercanías de un local de ocio nocturno por la Policía Municipal por por presuntamente vender gas de la risa a varios jóvenes. No fue el problema el consumo o la posesión, como otras sustancias, sino por la venta no regulada, que en España puede acarrear penas de hasta tres años de prisión al tratarse de un componente considerado de riesgo para la salud. Keita fue puesto en libertad a la espera de declarar. El caso evidenció la dificultad para controlar su uso como droga: permitido para fines médicos, industriales o alimentarios; prohibido para la inhalación recreativa, pero difícilmente ilegalizable.
No es dopaje, pero sí un riesgo real para la salud
El doctor Emilio Salgado, responsable de la Unidad de Toxicología Clínica del Hospital Clínic de Barcelona, atiende desde hace años casos relacionados con el consumo de óxido nitroso. “Legal es, por supuesto. Pero que sea legal no significa que sea inocuo”, advierte ante la consulta de AS.
Salgado recuerda que el gas de la risa tiene un uso médico histórico, pero subraya que ese contexto nada tiene que ver con el ocio nocturno actual. “Fue el primer anestésico general que se utilizó en medicina, ya en el siglo XIX. Se empleaba sobre todo en odontología porque quitaba el dolor sin disminuir demasiado el nivel de conciencia”, asegura. El problema, explica, no es la sustancia en sí, sino el patrón de consumo. “El efecto dura aproximadamente un minuto. El ‘colocón’ es muy corto. Y ahí está la trampa: el problema no es inhalar una vez, es inhalar 200, 300 o incluso 800 veces en una noche”, sentencia sobre estos globos.
Desde una perspectiva antidopaje, el óxido nitroso no figura en la lista de sustancias prohibidas de la Agencia Mundial Antidopaje. No mejora el rendimiento, no enmascara otras sustancias y no supone infracción alguna. Esto abre una puerta a un consumo mucho menos problemático para un deportista profesional respecto a otras sustancias más populares como la marihuana, que la NBA ha legalizado, pero que ha supuesto sanciones en los Juegos Olímpicos para estrellas de la velocidad norteamericanas como Sha’Carri Richardson (se perdió los Juegos de Tokio por positivo en THC), o la cocaína, de la que son conocidos varios casos en el fútbol español o inglés.
Riesgos a corto y largo plazo: hipoxia, caídas, pérdida del juicio del riesgo, daños neurológicos...
Todo ‘subidón’ tiene sus riesgos y el inhalar gas de un globo no está exento. Desde el punto de vista médico, el Doctor Salgado asegura que el riesgo inmediato es claro y bien conocido en urgencias. “El primer efecto agudo es la hipoxia. Cuando inhalas este gas no respiras oxígeno y el cerebro deja de oxigenarse durante ese tiempo”. Esa falta de oxígeno puede tener consecuencias graves incluso en personas jóvenes y sanas. “Uno puede perder el conocimiento, caerse, golpearse, sufrir un traumatismo. Y además se pierde completamente el juicio de seguridad”, explica. Salgado pone un ejemplo tan extremo como ilustrativo. “Alguien en una terraza, durante ese minuto de efecto, puede creerse capaz de volar y tirarse. Esto lo hemos visto con otras sustancias y el mecanismo es exactamente el mismo”, recalca.
Además, también entraña riesgos puramente físicos sin relación con el efecto neurológico que causa la sustancia. “Es un gas que sale a muy baja temperatura y a alta presión. Puede provocar quemaduras por frío en la boca, en los labios o incluso en las manos cuando se manipulan los cartuchos”, afirma.
Como cualquier sustancia, la repetición en su consumo puede generar efectos a largo plazo. Más allá de los efectos inmediatos, el doctor alerta de un daño silencioso que preocupa especialmente a los especialistas en toxicología. “El óxido nitroso oxida una vitamina esencial para el sistema nervioso, que es la vitamina B12. Cuando deja de funcionar, se afecta la mielina, clave para la conducción nerviosa. Conocemos casos de personas muy jóvenes que empiezan a tener alteraciones en la marcha, se les duermen las piernas o los brazos, pierden fuerza en las manos, se les caen los objetos… Y esto llama mucho la atención en pacientes de 20 o 25 años. Atendemos unos 2.500 casos de intoxicaciones al año. De óxido nitroso, este año solo hemos visto cuatro”.
Pero esa cifra, insiste, no refleja la realidad del consumo. Uno que es similar, aunque cambia según las posibilidades económicas, al que la sociedad vio por primera vez en parte de la plantilla de Arsenal. “El problema es que casi nunca se consume solo. Se mezcla con alcohol, cannabis u otras drogas. Y si no preguntas directamente, el consumo de óxido nitroso pasa desapercibido”, afirman sobre este gas aún más ‘invisible’.
No es una moda nueva, pero sí más accesible
El óxido nitroso no es una droga reciente. Según el Plan Nacional sobre Drogas, su uso recreativo se remonta a finales del siglo XVIII. Lo que ha cambiado es su facilidad de acceso: bajo precio, venta legal para usos industriales y alimentarios y una percepción social de seguridad que ha impulsado su consumo en entornos de ocio nocturno, especialmente entre jóvenes.
Los informes europeos sitúan el óxido nitroso como una de las sustancias emergentes en el ocio juvenil desde mediados de la pasada década, especialmente en países del norte y en zonas turísticas.
En el Reino Unido, el fenómeno ha generado alarma institucional. Informaciones publicadas el año pasado señalaron incluso traspasos frustrados tras detectarse posibles daños neurológicos en reconocimientos médicos previos, lo que ha llevado a algunos clubes a extremar la vigilancia y reforzar los mensajes de prevención con charlas a sus jugadores. Esas sesiones de concienciación también han llegado a España. La preocupación ha empezado a trasladarse también al fútbol formativo. En las categorías inferiores se refuerzan los mensajes preventivos ante una sustancia percibida como inocua y cuya visibilidad en el fútbol profesional puede influir en los más jóvenes. El foco no está en el rendimiento, sino en la salud y en la normalización de determinadas conductas fuera del campo. Pero su presencia cada vez más visible en el fútbol plantea una pregunta incómoda: qué prácticas se normalizan fuera del campo y qué consecuencias pueden tener.
El balón se llena de gas en busca de disociación y evasión (Yves Bissouma aseguró que buscaba evadirse tras una complicada situación personal en la que sufrió robos en su domicilio), pero el resultado casi siempre es el mismo: gol en contra para quien lo consume.
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