El Almería se desploma por aferrarse a una plantilla fallida
La apuesta por mantener el bloque de jugadores tras un millonario gasto en 2023 le cuesta caro al club, que sigue sin levantar cabeza. Un año más, los resultados están siendo decepcionantes.

La UD Almería se encamina peligrosamente al abismo por segunda temporada consecutiva. Si el pasado curso se firmó el peor descenso de la historia de la entidad, esta campaña no se está cumpliendo con la hoja de ruta de regresar a la máxima categoría y los indálicos ocupan la octava posición de LaLiga Hypermotion a dos puntos de los puestos de promoción y a diez del ascenso directo. El ‘vía crucis’ de la afición almeriensista, completamente desconectada y cada vez más alejada de la actual plantilla, plasmó su descontento tras la victoria ante el Cartagena, en un día en el que su equipo acabó pidiendo la hora contra un rival que firmó en el Estadio de los Juegos Mediterráneos su final en Segunda División.
En las últimas dos temporadas, el plantel almeriense sólo ha firmado tres grandes meses de competición liguera, en los que estuvo durante catorce jornadas consecutivas sin conocer la derrota. Un tramo que permitió que los rojiblancos pasasen del descenso al liderato para cerrar la primera vuelta en lo más alto de la clasificación. Sin embargo, el equipo ha vuelto a las andadas en un 2025 en el que han vuelto todos los fantasmas del pasado en forma de desunión en el vestuario, malos resultados y desgobierno por parte del cuerpo técnico.
Si restamos ese período de imbatibilidad, el balance es demoledor en los últimos sesenta encuentros de los unionistas: solo ocho victorias, 19 empates y 33 derrotas, con 116 goles en contra, es decir, casi dos por partido. Si los números sirven para demostrar la caída de un proyecto edificado para vivir durante muchos años en la élite del fútbol español, la responsabilidad de este hundimiento también recae sobre los máximos responsables del club del sureste español.
Turki Al-Sheikh aterrizó en Almería en el verano de 2019 con la idea de potenciar a un equipo que vivía tiempos convulsos tras el conocido como ‘quinquenio negro’ bajo la administración de Alfonso García. La nueva cúpula buscó la fórmula de fichar jóvenes talentos que dieran un resultado inmediato para posteriormente sacar un rédito económico y así ir creciendo con el primer objetivo del ascenso a Primera División, que se consiguió tres temporadas después de la llegada de la actual propiedad.

No obstante, la aventura de la UDA solo duró dos años en la máxima categoría y el volantazo con respecto a la filosofía del club dio paso a un cambio de política de mantener al grueso de la plantilla, a pesar de consumar una de las peores campañas que se recuerdan en la ciudad almeriense. Mohamed El Assy, CEO del club, explicó el por qué de este sorprendente giro de guion.
“Después del desastre de la temporada pasada, nos dimos cuenta de que el error más grande fue hacer muchos cambios en el verano de 2023. Una de las cosas que queríamos evitar era hacer lo mismo. Además, tenemos un déficit en las finanzas por el descenso y por los contratos firmados por lo que hemos hecho un esfuerzo grande para cuadrar los números y mantener a estos jugadores. También hay que tener en cuenta que este año teníamos que afrontar pagos de fichajes anteriores, pero, a pesar de ello, no queríamos mandar el mensaje de que teníamos que vender para solventar ese problema, eso hubiera devaluado a nuestros futbolistas. No hemos bloqueado el futuro de nadie”, señaló el máximo responsable de la entidad de la Vega de Acá en Almería.

El egipcio, que prometió que el equipo nunca volvería a Segunda División, incumplió con su palabra. Entre sus decisiones más polémicas, el adiós de las gradas supletorias hace dos años por la supuesta reforma del estadio ha perjudicado claramente a todos los aficionados de los fondos, que han perdido visibilidad en un feudo que claramente ha perdido mucho con miles de seguidores alejados del terreno de juego.
En el apartado económico, con solo tres millones de euros de límite salarial, las cuentas del club están claramente condicionadas a lo que sucedió en el mercado estival del pasado curso. El Almería se convirtió en el segundo equipo de LaLiga EA Sports que más dinero se gastó en incorporaciones con un desembolso de 52 millones de euros, sólo superado por el Real Madrid (139,5) y por delante de equipos como Atlético de Madrid (35,7) o Sevilla (32). Con un total de 17 altas, la revolución fue completa, además de la llegada de Vicente Moreno al banquillo unionista. Desde entonces, han pasado hasta cinco entrenadores por el conjunto indálico y ninguno ha conseguido la regularidad con la actual plantilla.
Un equipo confeccionado por João Gonçalves que, entre otros errores, se ha dejado más de 40 millones en la actual defensa y portería y ha firmado grandes contratos, tanto en sueldo como en extensión. Lo que se demostró es que, si el exceso de cambios provocó la pérdida de identidad de un plantel que logró la permanencia en la máxima categoría, no cambiar nada de cara al regreso a Segunda División ha supuesto alargar una agonía con un vestuario irreconducible. La directiva apostó por un plan que, un año más, falló.
Por sus declaraciones públicas, Rubi aceptó el reto de luchar por el ascenso con la misma plantilla que el pasado curso más la incorporación de Nico Melamed. Su insistencia a la hora de reafirmar su apoyo a la cúpula por la nula presencia de cambios en un equipo impasible y que ha vuelto a demostrar su inconsistencia competitiva también lo convierten en cómplice de esta decadente situación.

Con la llegada de un nuevo fondo de inversión este verano, el aspecto económico plantea la incertidumbre de lo que puede suponer una segunda temporada en Segunda División, con una mayor limitación monetaria y con la carga actual en el apartado salarial de una plantilla claramente sobrepagada a tenor de los resultados que han ofrecido.
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