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REAL MADRID

Bellingham, el faro que guía a Carlos Dotor

Criado y formado en el Rayo Majadahonda (club del que salieron jugadores como Theo y Lucas Hernández o Rodri), llegó al Real Madrid para jugar en el cadete B y pasó 8 años en Valdebebas

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Bellingham, el faro que guía a Carlos Dotor
PEPE ANDRESDiarioAS

El madrileño Carlos Dotor (22), reciente fichaje del Celta, vive por y para el fútbol. Siempre ha sido así. Nació con el chip futbolero insertado en el cerebro. Ya desde niño veía y analizaba partidos de cualquier liga que pusieran en televisión. En verano, ante la falta de competición en Europa, se entretenía con la liga brasileña o la de algún otro país americano ante el asombro de sus padres. Era algo innato. El cuerpo le pedía balón a todas horas.

Criado y formado en el Rayo Majadahonda (club del que salieron jugadores como Theo y Lucas Hernández, Rodri o Jorge De Frutos), llegó al Real Madrid para jugar en el cadete B y pasó 8 años en Valdebebas, cuatro de ellos con Raúl, que le marcó como jugador y persona. El legendario 7 blanco le nombró capitán en su última temporada en el Castilla. De él aprendió la exigencia máxima, el sacrificio y el espíritu de lucha, la actitud de no bajar nunca los brazos. No todos los días eran idílicos entre ambos. Se movían en una especie de amor-odio según el momento, pero el respeto al mito siempre fue máximo y el aprecio entre ambos queda para siempre. La conquista de la Youth League en Suiza los unió aún más.

Dotor vivía obsesionado por el fútbol y por mejorar continuamente. Su primera fijación fue Özil. El alemán que jugó en el Real Madrid se convirtió en una referencia para él. Observaba al detalle sus movimientos y trataba de imitarlos jugando con sus amigos. Poco después llegó la pasión por Isco, otro genio que jugaba en una posición parecida a la suya. El malagueño le entró por los ojos desde el primer momento que lo vio y en las pachangas con sus amigos se esmeraba en regatear y chutar como el andaluz. “Mira, como Isco”, decía muchas veces cuando le pegaba al balón.

Las primeras veces que subió a entrenar con el primer equipo del Madrid admiraba, embelesado, todo lo que hacía su ídolo pero nunca le reconoció su admiración. La timidez le pudo. Lucas Vázquez, siempre cercano, fue quien más le protegió y aconsejó cuando le llamaron a filas para prestar servicio con las fuerzas de élite.

Todos los vídeos que veía entonces le ayudaron en su progresión, y su necesidad por aprender a leer el juego le llevó a sacarse el primer nivel del carnet de entrenador. Gran amigo de Sergio Arribas y Rafa Marín, otros dos compañeros que han volado del nido para dar el salto de Primera RFEF a LaLiga, su única distracción fuera del fútbol es el golf, al que está empezando a aficionarse.

En Vigo vive solo en un piso cerca del mar y sigue a rajatabla el plan marcado por Rafa Benítez para conseguir un par de kilos de masa muscular e ir adquiriendo cada vez más protagonismo.

Entretanto, sigue consumiendo fútbol de forma casi compulsiva. Ahora está impactado con Bellingham. Ve en el inglés el tipo de futbolista total que él aspira a ser, omnipresente en defensa y ataque y con una enorme personalidad. Ambicioso, trabajador y con ansia de superación, Carlos Dotor, Doti para los amigos, ha comenzado un ilusionante camino en el fútbol profesional. Hoy verá de cerca y saludará a los ídolos con los que compartió campo y vestuario durante una etapa y se sentirá extraño por no llevar él la camiseta blanca que lució durante toda su vida.