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ESPANYOL

El metaverso del Espanyol de Chen

Sufre ahora mismo el club blanquiazul un desencuentro transversal con su masa social: por resultados, pero sobre todo por juego, plantilla, objetivos, rumbo y por su propia razón de ser.

Chen Yansheng, presidente del Espanyol.
CARLOS MIRARCDE

El día en que padecía el Espanyol una de las goleadas más dolorosas (y abultadas) de la era Cornellà, el viernes ante el Betis (1-4), se cumplían seis años exactos desde que tomó posesión de la presidencia del club, y de la propiedad, Chen Yansheng. De la afirmación de que sería su inversión, pero también su pasión. Y del vaticinio de jugar en la Champions "en menos de tres años". Transcurridos seis, el doble, con una participación en la Europa League, un descenso y un ascenso de por medio pero sin rastro de la Liga de Campeones, la radiografía del momento depara un desencuentro transversal entre la entidad y la masa social, al fin y al cabo su razón de ser (debería). Incluso entre la entidad y su propia idiosincrasia.

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Se palpa en el ambiente, no solo ya en unas redes sociales a veces tan iracundas sino en las peñas y en la grada del RCDE Stadium, un divorcio latente entre el camino del club y las ambiciones de una afición agotada. Ese "de dónde venimos" pronunciado la pasada semana por el consejero delegado, José María Durán, no solo sitúa al Espanyol en un escenario realista, el de un equipo que vive por ahora en una zona tranquila de la tabla tratándose de un recién ascendido (con 86 temporadas de historia en Primera, eso sí), sino que también debería comprender el hastío de una hinchada incondicional durante la tormenta perfecta del paso por Segunda y la pandemia, pero que ya no se conforma con más de lo mismo. Con años de transición que parecen el día de la marmota.

El "objetivo" referido a la mera permanencia, la “consolidación en Primera” del quinto club con más partidos en la categoría, incluso –por qué no decirlo– la oportunidad perdida de codearse (e incluso superar, por momentos) con el eterno rival, el Barcelona, en su mayor trance de penurias, queman entre la masa social. Y hasta chocan con el "mirar hacia arriba" (eufemismo de luchar por Europa) que a menudo pronuncian Vicente Moreno y los jugadores. Pero detrás de esa circunstancia, pues con 27 puntos no se encuentra el equipo en una situación crítica, ni mucho menos –de hecho, quedan trenes para subirse aún a la pugna por "arriba"–, se sitúa el propio rumbo del club. La incertidumbre de si realmente apuesta por ir subiendo peldaños o si ya le está bien esta zona de nadie, con algo de ruido de vez en cuando pero con objetivos de mínimos cumplidos, lo suficiente para rendir cuentas con Chen al final del ejercicio, y a otra cosa.

Y si se duda del rumbo del club en la mayoría de los casos no es por lo que sucede en los despachos, sino en el césped. Esa es otra cuestión. A qué juega el Espanyol. Y no solo por su sistema. El camaleónico estilo de Vicente Moreno, otrora una trampa para rivales, se va convirtiendo poco a poco en indefinición, en giros de timón inesperados pero no por ello imprevisibles para adversarios que están convirtiendo las mayores virtudes del Espanyol –como el balón parado– en algunas de sus principales grietas. Y un secretismo que crece conforme menguan los resultados, lo que proyecta una imagen –equivocadamente o no– de cierta debilidad.

Vicente Moreno, dando instrucciones a sus jugadores.
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Vicente Moreno, dando instrucciones a sus jugadores.RCDE

Los mismos jugadores son capaces de lo mejor y de lo peor. Y a la que un partido se tuerce, como en este inicio de 2022 sin victorias, van brotando vicios del año del descenso, reconocidos por los propios futbolistas: si el contexto del juego se vuelve desfavorable, se ofuscan y no sale nada. Tampoco suelen funcionar los planes B.

Que los recambios no surtan efecto, salvo excepciones, y las titularidades se repartan entre 14 ó 15 aspirantes abre otro melón, que es el de la configuración de la plantilla, que siendo justos ha dado para subir con solvencia y para esa consolidación en Primera. Aproximadamente la mitad de los fichajes del verano sí están siendo habituales, cuando no fijos, en el esquema de la temporada. Otros se adquirieron por una opción de compra obligatoria heredado del ascenso y permanecen inéditos. Y algunos ni llegaron. Un misterio no resuelto fue el '6', que se apuntó a prioridad, necesidad, urgencia del mercado de verano pero nunca se incorporó. Lo mismo que sucede este enero con un extremo, seguramente la demarcación más inhabitada, y que sin embargo ha sido desatendida en favor de un (otro) centrocampista, a priori en clave de futuro.

Pero ninguna de estas cuestiones tiene respuesta sin regresar al origen de todo. Al propietario desde hace seis años de más del 99 por ciento de las acciones del Espanyol. Qué pretende Chen Yansheng. Ha saneado al club, a fuerza de invertir alrededor de 200 millones de euros, ciertamente ha seguido inyectando capital, salvando la economía, en momentos críticos como el descenso. Ahora percibirá los multimillonarios préstamos de CVC. Y, a su vez, asumirá su segundo ejercicio de pérdidas, y eso que presupuesta beneficios por traspasos de 20 millones. Y con eso la ficha volverá a la casilla de salida: la planificación, los fichajes, el estilo de juego, los objetivos…

Chen está, pero no está. Y viceversa. Por si los 10.000 kilómetros que separan Barcelona de Guangdong no fueran suficientes, la pandemia le ha mantenido dos años, desde su última visita en febrero de 2020, en una especie de metaverso, más feliz pero alejado de la realidad, quizá la metáfora de esa distancia que siente la masa social entre lo que había representado su Espanyol y lo que se le ofrece hoy. Seguramente esa sea la causa por la que, sin necesidad de una nueva hecatombe de resultados como la de hace dos temporadas, simplemente con una mala racha totalmente reversible, aflora ese sentimiento de desarraigo que desde fuera puede antojarse exagerado. De creerse extraños en (lo que un día fue) su propio hogar. Seis años después.