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INGLATERRA

El futbolista que perdió la pasión

Davy Propper ha anunciado su retirada a los 30 años y ha explicado que su principal motivo es que había perdido la ilusión y las ganas por jugar.

El futbolista que perdió la pasión
DAVID KLEINREUTERS

Davy Propper, centrocampista neerlandés del PSV Eindhoven, ha decidido colgar las botas a los 30 años. Su juventud asombra a la hora de tomar tal determinación. Es cierto que ha sido un jugador castigado por las lesiones en los últimos años. Pero ese no ha sido su verdadero motivo. Simplemente ha perdido la pasión, ha dejado de sentir el fútbol como suyo, ha visto como, pese a ganar millones y tener la vida soñada por muchos, no era lo suficientemente feliz para seguir adelante.

El jugador, un caso especialmente anómalo en este deporte, ha querido explicar los motivos de su adiós al deporte que le dio la vida: "Tomé la decisión antes de Navidad. Esto es lo correcto y un verdadero alivio. En el extranjero me di cuenta de que poco a poco iba perdiendo el placer por jugar. Es tremendamente difícil aceptar que mi vida está completamente determinada por la apretada agenda. La pandemia y la falta de cariño no me ayudaron. En mi regreso a la Eredivisie también pensé que volverían mis ganas de divertirme. Lamentablemente no fue así. También es porque no me siento cómodo en este sistema".

Privilegios evidentes a un lado, lo cierto es que los futbolistas están sometidos a una enorme presión, que se ha acrecentado todavía más con la pandemia. El calendario, en ocasiones, no da tregua y obliga a los jugadores a disputar encuentros en plenas Navidades o con una plaga de bajas. Algunos como Toni Kroos ya han alzado la voz para criticar el ritmo vertiginoso de partidos que se han programado. Jordan Henderson, por su parte, porta el brazalete de capitán de los integrantes de la Premier y reclama lo poco o nada que se tiene en consideración la opinión de los protagonistas de a pie de campo.

El coronavirus ha castigado aún más la salud mental de los jugadores. En burbujas, aislados, sometidos a test continuos, incluso todos los días... Alejados de sus familias, sin capacidad de viajar, con concentraciones más largas, con meses en los que había partidos cada dos o tres días para salvar los aplazamientos en los peores meses de la pandemia... Propper no ha podido más. Son muchos los factores que le han hecho perder esa pasión por la pelota. No todos obran de su misma forma. ¿Cuántos futbolistas habrá sin cariño alguno a su deporte? Algunos lo han reconocido públicamente. Otros mantienen su profesionalidad y saltan al césped contra su agrado. Es una opción completamente válida, por supuesto. De hecho, es la más natural: la distancia entre vida personal y vida laboral. Ahora, vemos un nuevo caso, inusual, ya que el protagonista tenía minutos en el PSV y podía llegar a ser un jugador importante.

Propper continúa su explicación: "Me tomaré un tiempo para descubrir cuáles son mis intereses y de qué me ocupare. Por supuesto, tuve una buena cantidad de grandes momentos que siempre apreciaré. Veremos si acabo echando de menos el fútbol, pero estoy dispuesto a centrarme en cosas nuevas. Quiero agradecer a mi familia, allegados y amigos por todo el apoyo que me han brindado. Ahora ha llegado el momento de invertir en ellos". Ahí está el otro matiz: considera no haber tenido tiempo de cuidar a su gente más cercana. Algo entendible, que John de Jong, director de fútbol del PSV, ha querido comentar: "Agradezco su honestidad, para él y para el propio club".

Los jugadores que no amaron el fútbol

No todas las profesiones son vocacionales. Ni siquiera las consideradas en general como tal tienen conquistados a todos y cada uno de sus profesionales. Ni siquiera tendría por qué ser así con los más virtuosos, por mucho que sea difícil pensar en un Stephen Curry al que no le gusta tirar o un Lionel Messi sin ese hambre de seguir marcando hasta el último día de su carrera. No es habitual ver a jugadores reconocerlo, quizás también porque no esté bien visto por el aficionado medio. ¿Recuerdan cuando Ter Stegen dijo que él no veía partidos de fútbol? Generó ruido, con una carga de negatividad muchísimo más elevada que la tasa de aceptación.

Eso sí, el portero del Barça en ningún momento pronunció aquello de que no le gusta jugar, como si hicieron otros. Gabriel Batistuta, por ejemplo, definió al fútbol en su día como "un trabajo más". Fue un goleador voraz y su testimonio impactó: "No tengo ni el más mínimo cariño por el fútbol". Otro caso similar es el de Carlitos Vela. En la Real Sociedad era un fuera de serie y con otra mentalidad, a buen seguro, seguiría siendo un jugador franquicia en un gran club europeo. No tenía techo, pero él veía esto del fútbol como un trabajo, única y exclusivamente.

Talento tenía a raudales. Se fue a la MLS porque era más atractiva económicamente para él. Primero, sentenció: "Entre una buena película y un buen partido, me quedo en el fútbol". Después, fue más preciso: "Te voy a ser sincero, la verdad es que a mí el fútbol nunca me ha apasionado tanto. Cuando acaban los partidos, me puedes hablar de lo que sea menos de fútbol, porque no me siento cómodo, no estoy agusto". También le pasó con México, debido a que eligió él ausentarse por un tiempo, por motivos personales. Es cierto que hubo una gran polémica por una fiesta con prostitutas de por medio y que fue sancionado. No obstante, él no quiso regresar durante años tras aquello.

Hay más casos, todavía más saldrán y otros muchos no lo desvelarán por miedo a ser juzgados. Vieri, en su caso, soñaba con ser el mejor jugador de cricket y se conformó con un deporte que no le llenaba. David Batty no vio un solo partido de fútbol tras retirarse, porque lo consideraba "aburrido". Espan Baardsen jugaba solo para viajar por el mundo. Carreras de enorme legado, nombres reconocidos... Ni el más habilidoso se libra de aquello de que trabajar no siempre responde al gusto del empleado. Y Propper, un día, pensó que cumpliría un sueño. Lo hizo, soñó y cuando despertó, consideró que no tenía sentido seguir en pie. Hoy se reitra, cansado de no disfrutar. El primer día de su nueva vida. O mejor dicho, para él, de su buena vida.