RdT Espanyol
“Soy del Espanyol ya y siempre lo seré, ya hasta que me muera”, afirmaba en AS recientemente Raúl de Tomás, de pasado blanco, y cuyo idilio perico es presente y futuro.
“Ha sido mi gran acierto, porque estoy muy feliz aquí, es como mi familia”, confesaba Raúl de Tomás en AS el pasado 1 de octubre. Sincero. Mirando a los ojos. En la tranquilidad de una extensa charla. “Me siento muy agradecido por la decisión en su día de Rufete, que me llamó, me fichó y apostó, y por arriesgarse a pagar una cifra tan alta”, asumía. Y remachaba: “No sé lo que deparará el futuro, lo único que puedo decir es que me lo voy a dejar todo por el Espanyol. Soy del Espanyol ya y siempre lo seré, ya hasta que me muera. Lucharé por el club, por la afición y por todo el mundo que está dentro de este club”.
Sentencias tan firmes como esa declaración de amor, o el sentimiento de pertenencia a la familia perica que verbalizaba el pasado domingo en un elaborado vídeo del club, han sido una constante desde que, el 9 de enero de 2020, recalara De Tomás en el Espanyol. Una relación tan intensa que parecen haber transcurrido mucho más de 22 meses. Y los que quedan. Puesto que su contrato no vence hasta el 30 de junio de 2026, su cláusula de rescisión asciende a 60 millones de euros –70 a la que debute con la Selección española– y, por encima incluso de todo ello, porque su compromiso ha sido total desde el preciso instante de su presentación: “Para mí es importante tener un contrato largo. Mi idea es hacer historia aquí, conseguir grandes cosas con este club”.
Rescatado –previo abono de 20 millones fijos y 2’5 en variables– de un Benfica en el que apenas había sumado un millar de minutos y tres goles desde su llegada, desvinculado del Real Madrid en verano de 2019, el acople de De Tomás en el Espanyol fue tan instantáneo que respondió con goles en sus cinco primeros partidos, igual que curiosamente ha hecho en sus últimas cinco jornadas de esta temporada, en la que lleva siete dianas y dos asistencias, lo que le ha llevado a debutar en una convocatoria de la Selección. Entremedio, un tramo final de la 2019-20 en la que, al drama del descenso él sumó una compleja lesión en el tendón rotuliano, y una campaña 2020-21 en la que destaparía el tarro de las esencias, con 23 goles en Segunda que le valieron el premio Pichichi. Alguno de ellos, como su estratosférico chut ante el Almería a 53’5 metros de la portería rival, auténticas obras de arte.
Su característica apariencia, con ese cabello engominado, esa pose de futbolista de antes e incluso con esa singular serigrafía –sus iniciales, RDT– en la camiseta, hacen el resto para que el madrileño se haya convertido en una de las imágenes más potentes que puede proyectar el Espanyol y un personaje de lo más mediático allá donde pisa, en parte también por su pasado madridista. Su presente es perico. Y su futuro, salvo que una oferta que convenza a todas las partes indique lo contrario, también. Tan identificado como su beso al escudo. RdT Espanyol de Barcelona.
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