Dos equipos al límite
Barcelona y Valencia no pueden permitirse un tropiezo en el partido de esta noche. El equipo de Javi Gracia busca tranquilidad, los de Koeman, no descolgarse del liderato.
Un Valencia-Barça siempre es un partido tremendo, pero el de esta noche en Mestalla (21:00 horas Movistar LaLiga) ya tiene tintes dramáticos. Son dos equipos al límite que no pueden permitirse un desliz. Los motivos son diferentes en ambos lados. Para el Valencia, perder supone meterse en un lío que añadiría pólvora a la santabárbara del club che. El Barça, por su parte, desperdició el jueves la oportunidad de depender de sí mismo para ganar el título al perder en el Camp Nou ante el Granada y ahora ya no puede fallar más. Le toca ganar y esperar (sigue el partido en directo en As.com).
No es un secreto que el Barça llega en depresión a Valencia donde le espera otro equipo en circunstancias similares. Koeman tiene más trabajo de psicólogo que de entrenador para preparar el partido. En la previa el entrenador holandés, que regresa a Mestalla donde salió en globo, afirmó con seguridad que si ganan los cinco partidos que le quedan, serían campeones. En Mestalla tendrá la prueba de si sus jugadores se lo creen.
El técnico holandés seguramente regresará a su escenario de seguridad con el regreso de Dest, Lenglet y Pedri al once inicial para buscar una victoria obligatoria.
No está el Barça para reservar nada y el hecho de que Mingueza, De Jong, Griezmann y Messi estén a una tarjeta de perderse el partido del próximo sábado contra el Atlético de Madrid no le va a hacer replantear el equipo. Para el Barça la cuestión está clara: camina o revienta.
Tensión local. Para el Valencia el paisaje no es demasiado más halagüeño. El equipo de Gracia tiene 36 puntos, seis más que el Valladolid, que es el equipo que marca la permanencia. El conjunto pucelano es, curiosamente, el próximo rival de los valencianistas en un partido que puede ser toda una final dependiendo del resultado de esta noche.
No obstante, ante grandes rivales el Valencia se crece y acostumbra a dar lo mejor de sí mismo. No le queda otra.