NewslettersRegístrateAPP
españaESPAÑAchileCHILEcolombiaCOLOMBIAusaUSAméxicoMÉXICOusa latinoUSA LATINOaméricaAMÉRICA

GRUPO G | FERENCVAROS - BARCELONA

Antes que Holanda, Hungría

Hasta 1960, la corriente del Danubio, con un estilo de juego innovador, llegó al Barcelona de la mano de jugadores como Platko, Kubala, Kocsis o Czibor.

Kubala, Kocsis y Czibor.
DIARIO AS

Antes de la llegada de la escuela holandesa, personificada en las figuras del entrenador Rinus Michels (1971) y de la estrella de la época Johan Cruyff (1973), al Barcelona le impactaron otras influencias. Era de esperar que en un fútbol creado por los ingleses fueran ellos quienes marcaron la pauta con el famoso sistema WM inventado por Herbert Chapman y con su juego directo, duro y rígido. Pero otra mirada sobre el juego se estaba cociendo en el centro de Europa, primero con los éxitos del famoso 'Wunderteam' austriaco y después con la escuela húngara. Esas moléculas llegaron también al Barça.

Desde los años 20 del siglo pasado existió un interés por ese fútbol que llegaba de la cuenca del Danubio. En 1923 Joan Gamper invitó al famoso MTK Budapest a disputar dos partidos y quedó predando de Franz Platko, un gigante rubio y ágil bajo palos. Esa campaña Ricardo Zamora había regresado al Espanyol, por lo que Platko sería un buen sustituto para cubrir su vacío. Jugó de 1923 a 1930 y hasta Rafael Alberti le dedicó un poema por sus paradas imposibles. La figura de Platko es la primera que une al Barcelona con Hungría y con Jimmy Hogan, el rebelde técnico británico que sembró la semilla de ese otro fútbol.

"Jimmy Hogan nos enseñó todo lo que sabemos", sintetizó Sandor Barcs, presidente de la Federación Húngara después del 3-6 a Inglaterra en Wembley el 25 de noviembre de 1953. Este inglés trotamundos se desmarcó de las ideas de la época y creó una metodología en la que el fútbol se basaba en la asociación de los jugadores mediante pases cortos (keep into the carpet). "La historia de los Magiares Mágicos comienza a principios de los cincuenta pero las bases se fundamentan mucho antes. Hogan fue el impulsor al trabajar con el MTK Budapest durante el periodo de reclusión que vivió en la Gran Guerra", explica Álex Couto en su libro Fútbol Total.

Platko, ex portero azulgrana.
Ampliar
Platko, ex portero azulgrana.DIARIO AS

Szeder, culé en los años 30 y luego víctima del nazismo

Hogan y Platko no coincidieron, pero el MTK había asimilado ese fútbol revolucionario que empezó a obtener éxitos en Austria. "Los jugadores del continente al contrario que los ingleses siempre fueron cuidadosos con el trato del balón e insistentemente solícitos para mejorar la técnica", explica Couto. En la década de 1930, los húngaros Ernst Löwinger, György Szeder y Elemér Berkessy jugaron en el Barça. Löwinger entrenó durante un año (1933-34) pero no pudo conseguir un lugar en el equipo. György Szeder (1934-35), su nombre de nacimiento era Györg Silberstein, fue un izquierdista de solo 19 años cuando se incorporó al Barcelona, solo jugó cinco encuentros al reclamarlo su país. Regresó a Hungría, donde murió en un campo de concentración en 1945, el día después de que Adolf Hitler se suicidara. Berkessy (1934-36) llegó a Barcelona procedente de París bajo la dirección de Platko. El excelente jugador se convirtió en el primer goleador húngaro en la historia de La Liga.

Pero aquellas pequeñas semillas se multiplicaron en la década de los 50. Primero con la llegada de Ladislao Kubala después de huir de su país jugándose la vida, pasar por Italia y maravillar a Samitier cuando lo vio tocar un balón. Con el húngaro llegaron varios avances. "Kubala fue el primero que tiró faltas por encima de la barrera, que protegía el balón en los últimos minutos y que hizo la paradinha en los penaltis", comentó en su momento el ex jugador y Balón de Oro Luis Suárez.

Kubala y Samitier.
Ampliar
Kubala y Samitier.DIARIO AS

Aunque Kubala revolucionó el Barcelona, la llegada de Czibor y Kocsis en 1958 supuso una efeméride en la ciudad. Aquella mágica coincidencia marcó todavía más la personalidad de un estilo de juego que había llevado hasta le excelencia el equipo magiar. Kocsis y Czibor, a diferencia de Kubala, si habían pertenecido al Aranycsapat (equipo de oro) que ganó los Juegos de 1952 y quedó subcampeón del mundo 1954. Sus innovaciones futbolísticas tienen otro padre, Gustav Sebes, ex jugador e influenciado también por Jimmy Hogan.

Sebes y la creación del faso nueve con Hidegkuti

Con una creencia socialista, Sebes repartió los internacionales por dos clubes de la ciudad de Budapest (MTK y Honved) para poder entrenar asiduamente con todos ellos. Sus ideas, como recoge Couto en su libro, son claros avances en el juego, germen de la posterior escuela holandesa y del ADN Barça. Sebes transmitía "atacar y defender juntos", "el juego parte del grupo y no del individuo", "convertir al delantero centro en un jugador más dinámico y menos posicional" (Hidegkuti o Palótas desarrollaron esa función de falso nueve), "jugar desde el puesto y no jugar en el puesto" o "Grosics, el portero, salía del área".

Todo eso se expuso en el mejor escaparate: el “partido del siglo” ante Inglaterra, con Hogan en la grada de Wembley viendo como la selección de su país perdía ante un combinado que sí había creído en sus ideas. De hecho, de ese periodo de 1951 a 1954 Hungría solo cayó una vez, la famosa final del Mundial ante Alemania Federal (3-2). La escuela húngara, aunque fuera de manera desordenada y con jugadores y no entrenadores, también había dejado su huella en el Barcelona, esas primeras moléculas de su posterior estilo de juego que desarrolló la escuela holandesa.