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OBITUARIO

Españeta, el utillero que era presentado como una estrella

¡¡Es-pa-ñe-ta, Es-pa-ñe-ta, Es-pa-ñe-ta!! El speaker coreando su nombre, al son de Mestalla, mientras Españeta salía al centro del campo...

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Españeta, en una imagen de archivo, cepillando una bota.
Alberto Iranzo

¡¡Es-pa-ñe-ta, Es-pa-ñe-ta, Es-pa-ñe-ta!! El speaker coreando su nombre, al son de Mestalla, mientras Españeta salía al centro del campo, saludando con sus manos, el último, después de todos los jugadores y cuerpo técnico de la plantilla, era el colofón a las presentaciones de la plantilla del Valencia en cada pretemporada. Ningún utillero es presentado como una estrella, aún menos es el miembro más famoso de una plantilla de un equipo de fútbol profesional. Por eso, Bernardo España Edo Españeta, era mucho más que eso. Españeta era el alma, la red de seguridad de los futbolistas, el psicólogo, el amigo, el hermano de los jugadores del Valencia, sin distinción. Desde la máxima estrella al último canterano. Más de 60 años en el club de su corazón hay poca gente que pueda vivirlo. En el Valencia nadie.

Desde el día que se acercó por primera vez al entrenamiento del Valencia para recoger los balones que se iban fuera del campo, allá por los años 50, hasta el día que se jubiló, en 2016. Su apego por el Valencia era tal que nada le apartó de su sueño de ser un miembro del vestuario blanquinegro. Ni siquiera un accidente en su vespa que le destrozó la pierna cuando se vislumbraba un atacante habilidoso. Toda una vida entregada con generosidad y pasión al club de sus amores. Los títulos los conseguía en el día a día: la amistad de los futbolistas, el hacer que todos se sintieran a gusto, servir al Valencia desde lo más profundo de su corazón… Ese era Españeta. Su día más triste fue el del descenso del equipo a Segunda en 1986. Uno de los más felices, el día que el Valencia se proclamó campeón de Liga, en Málaga, en 2002. Ese día que se salvó del chapuzón en la piscina del hotel “porque no sabía nadar”.

Mil anécdotas en más de seis décadas de servicio a una entidad centenaria. Su última aparición pública data de marzo de 2019, precisamente el día de los fastos del Centenario del club, en Mestalla. Ese día, su nombre resonó como poco al mismo nivel que el de los Kempes, Guillot, Claramunt, Arias, Fernando, Cañizares, Baraja, Albelda, Piojo López y tantos otros. Su labor no era sólo la de tener el material deportivo listo para los entrenamientos y los partidos. Era un confidente, un consejero para los jugadores, la persona de la máxima confianza. Tanto que practicaba las firmas de los jugadores hasta que las calcaba, en principio para ayudarles a firmar los autógrafos correspondientes. Su fac-símil perfecto era el autógrafo de Kempes que incluso le servía para firmar documentos bancarios, sin que nadie de la entidad sospechara lo más mínimo.

Su marcha, a los 82 años, estremece a todo el valencianismo. Desde el más humilde aficionado hasta el mejor jugador de la historia ché, Mario Alberto Kempes, que se despertaba esta mañana, a miles de kilómetros de Valencia, con la triste noticia. Desde hoy, Mestalla ya no le dará los buenos días a Españeta, que cada mañana salía a su balcón de su casa, en la Avenida de Aragón, para contemplar su templo. Eso sí, la sonrisa del murciélago, estará muy pendiente, desde mucho más arriba de la Grada del Mar, de todo lo que acontece en su Valencia, en su club de toda una vida.