Las Palmas

Un escarnio que dura dos años

Mañana se cumplen 730 días desde que se consumara el último descenso de Las Palmas a Segunda División. Desde entonces, cuesta abajo y sin frenos.

Carlos Díaz-Recio

En los libros de historia de la Unión Deportiva Las Palmas, el curso 2017/18 se merece un lugar destacado. El equipo fue, desde el primer segundo, proa al marisco. Todo lo que podía salir mal se desarrolló muchísimo peor. Como ejemplo, los cuatro entrenadores: Manolo Márquez, Ayestarán, Paquito y Paco Jémez. Como resumen perfecto, 16 jornadas seguidas sin ganar, las últimas del campeonato. La herida, tan grande como fue, continúa sin sanar.

A menos de una semana de empezar la pretemporada no había entrenador, llegando a última hora Manolo Márquez, de quien se tenían excelentes referencias tras su paso por Las Palmas Atlético en Tercera División. Pero el entrenador catalán pegó la espantada y en su lugar llegó Pako Ayestarán en lo que supuso el inicio del fin. Con Paquito como puente, la llegada de Paco Jémez en Navidad, escándalo con Remy y Tannane incluido, no fue sino la sombra de una ilusión, poco más que un anhelo de salvación, nada más alejado de una triste realidad. Para colmo de males, Jonathan Viera se marchó a China en Febrero. El milagro, entonces sí, era imposible.

Viera estuvo presente en la última victoria de aquella temporada, 1-0 con un Málaga que, casualidades, fue otro de los equipos descendidos. Desde aquella tarde del 5 de febrero en el Estadio de Gran Canaria, fundido a negro. En las últimas 16 jornadas de competición, 5 empates (uno contra el Barça, 1-1, en la Isla) y 11 derrotas.

Resignada a su suerte, Las Palmas se dejó ir. Totalmente moribunda, la afición de uñas contra equipo y despachos, las apuestas con el día fatídico no se hicieron esperar. Este llegó el 22 de abril de 2018, mañana hace justo dos años, cuando un embravecido Alavés, con Abelardo como timonel, arrasó en la loma de Siete Palmas. 0-4 (Munir (2), Medrán y Sobrino) y con clemencia, para mayor vergüenza local.

Si el equipo ya se dejó ir mucho tiempo antes, las restantes cuatro jornadas ligueras fueron un auténtico suplicio, en cualquier caso un milagro el empate a un gol en Cornellá una semana después. Para acabar, tridente de derrotas ante Getafe (0-1), Eibar (1-0) y Girona (1-2).

Malas decisiones.

Había que tomar decisiones, de nuevo casi todas erróneas. Los pecados continúan purgándose. Paco Jémez, claro, no siguió. Miguel Ángel Ramírez decidió poner fin al ciclo de Toni Cruz (director deportivo) y Luis Helguera (secretario técnico). Sin sustituto para el primero, por el segundo llegó Toni Otero. Trajo a Manolo Jiménez, al que se le echó con el equipo en puestos de playoff, para traer a Paco Herrera. La carta sentimental se jugó de la peor manera, y con Pepe Mel se acabó el curso pasado de manera simplemente honrosa. Se apostó todo al ascenso, lo que casi le cuesta la ruina por fiarse demasiado de la segunda plantilla más cara de la categorías, tras el Málaga.

Ahora, antes del parón, 11 jornadas sin ganar. Afloran los recuerdos de un pasado demasiado reciente. Desde el 22 de abril de 2018, cuando el Alavés arrasó el EGC, club y equipo no levantan cabeza. Llovió aquella tarde en Siete Palmas. Imposible encontrar una metáfora mejor. 730 días después, hay lágrimas que continúan sin secarse.

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