MIRANDÉS - REAL | LA ENTREVISTA
Pouso, técnico del Mirandés milagro: "De éxito no se debe morir"
El entrenador de la quinta de Pablo Infante, la cual llegó a semifinales de Copa en la 2011-12 estando en Segunda B, charla con AS en la previa del Mirandés-Real.
Juan Carlos Pouso Lejonagoitia, por todos conocido como Carlos Pouso (Lejona, Vizcaya, 1960), es un hombre de fútbol, de esos que ha viajado por España para hacer frente a campos de barro y ha soñado con ascensos imposibles. Un entrenador humilde, a todas luces, pero que un día se citó con la historia. Él era aquel "energúmeno que pegaba gritos". Lo dice de su propia voz, casi haciendo más énfasis en eso que en llegar a las semifinales de la Copa del Rey con un equipo de Segunda División B. Era el timonel de aquel histórico Mirandés, que comandaba Pablo Infante y que se quedó a las puertas de la gloria ante el Athletic Club de Bilbao.
¿Cómo le va?
Estoy en la secretaría técnica del Pontevedra. He dejado el banquillo hace dos semanas. Llevábamos una mala racha de ocho partidos sin ganar y lo mejor era cambiar la cara y el discurso porque no estaban saliendo bien las cosas, a pesar de jugar bien no conseguíamos resultados. Siempre piensas que tú puedes ser el culpable y debes ser honesto y aceptar que puede ser que te estés acostumbrando al monólogo. Los resultados no suelen engañar.
No es la primera vez que deja el banquillo y pasa al despacho, ¿qué prefiere?
Soy hombre de campo, pero estoy acostumbrado a estar en equipos pequeños en los que me tocaba ser ambas cosas. Cuando he tenido directores deportivos, nunca me han hecho el equipo y yo solo lo he entrenado, sino que hemos ido de la mano. Cuando he sido yo solo, en el Logroño por ejemplo los dos primeros años, es agotador. Son 700 días sin descanso, es muy duro. Juegas Playoff y ya te tienes que poner a renovar gente después. No tienes días libres, aunque te vayas una semana a la playa vas con los dos móviles y no dejan de sonar. No se lo deseo ni a mi peor enemigo (ríe). Prefiero o una cosa o otra, no las dos.
Da mucho trabajo…
La confección de la plantilla, repartición de dinero, negociación de contratos… Además llevarlo al día a día, al banquillo, al seguimiento de los rivales… Las dos cosas son imposibles y más como soy yo, que me gusta implicarme mucho en las cosas.
Entre tanto trabajo, recalca que ha tenido poco tiempo libre… ¿Hay algún día que no se acuerde de aquella gesta del Mirandés?
En los momentos malos, te acuerdas de los buenos, porque tienes que buscar cosas positivas. Pero afortunadamente he tenido momentos muy buenos también en otros sitios. Después de aquello, me ha tocado vivir Playoffs que no salieron bien en Logroño. De todo se aprende. Cuando llegan estas fechas y el Mirandés vuelve a estar en la cresta de la ola, la gente de prensa se acuerda más de ti que en otros momentos. Sí lo rememoro, pero no soy de mirar mucho las imágenes, de lo emocionante que fue aquello, del gol de Caneda, de los tantos de Pablo Infante contra el Villarreal… Es algo que siempre está ahí, igual estás viendo vídeos del Carnaval de Cádiz y te sale de repente el gol de Pablo Infante. Ahí tiras del hilo y vuelves a verlo. Pero no soy de mirar mucho álbumes de fotos, me deprimo mucho, me veo muy joven (ríe). Del pasado no se puede vivir, te sirve para tener un presente y en el presente te tienes que ganar el futuro.
Dice que los de prensa nos acordamos siempre de aquello y es cierto, pero quizás los lectores no. Explíquele cómo jugaba aquel Mirandés.
Era un equipo muy alegre, muy sólido defensivamente, muy solidario. Alternamos transiciones veloces con un juego, cuando el rival te cerraba, con pausa y paciencia en campo rival. Si el contrario se exponía a salir desde atrás, le apretamos arriba y robábamos cerca del área. Cuando el equipo proponía un fútbol más directo, teníamos argumentos para ser ganadores en ese estilo. Éramos muy listos para coger los rechaces y poder jugar nuestro fútbol. Éramos camaleónicos. De aquel Mirandés lo fundamental es que logramos el ascenso a Segunda División por primera vez en nuestra historia. Era nuestro objetivo, porque el año anterior se nos fue por poco. Nos pasó en el último partido, contra el Guadalajara. Fue curioso porque imagínate la decepción, pero nos dijeron que había que ir a la plaza porque había 3.000 personas esperándonos. ¿Cómo vamos a celebrar un fracaso? (ríe) Era inaudito.
Ahí edificamos la primera piedra de lo que después fuimos capaces de construir la temporada siguiente. Nos quedó un importante grupo de gente y teníamos entre ceja y ceja el ascenso, aunque no lo decíamos. El tema de la Copa lo tomábamos como un premio entre semana. Jugábamos contra equipos de Primera División, que encima nos abrían su campo, a un humilde de Segunda B para jugar un amistoso contra ellos. Así nos lo tomábamos, rotamos mucho a la gente, todos jugaban en las dos competiciones. Fue un año tremendamente bonito, histórico. Ahora el Mirandés es un club más grande y mira lo que está haciendo este año. Es digno de elogio. Tiene una unidad muy importante, una comunión entre todos sus estamentos: directivos, jugadores, afición, cuerpo técnico… Un equipo de Segunda que está poniendo contra las cuerdas a un rival que juega tan bien como la Real Sociedad.
Tirando de hemeroteca, alguna vez dijo que lo importante fue el ascenso. ¿Qué le contará antes a sus nietos, la Copa o subir a Segunda?
No tengo nietos, todavía no, aunque por edad podría tener (ríe). Igual para la historia de ellos, por el ámbito en el que lo conseguimos, ante equipos de Primera, en estadios monumentales, les contaría lo de la Copa. Les diría "yo estaba ahí, el que está pegando gritos como un energúmeno era vuestro abuelo". Para el ego personal, fue bonito mientras duró, pero el ascenso nos marcó a todos. Era algo que ni soñábamos, porque nos habíamos salvado de milagro dos años antes. Después, hicimos una gran campaña, lo intentamos, nos quedamos a las puertas ante el Guadalajara, pero los que nos quedamos un año más, lo teníamos entre ceja y ceja. No lo habíamos soñado, pero lo habíamos tenido tan cerca… Que lo tuvimos grabado a fuego. La temporada siguiente también fue muy bonita: salvamos la categoría con mucho orgullo. Fue el año de mi despedida.
Le lloverían las ofertas después de todo…
La verdad es que sí tuve posibilidades esa temporada, pero tenía un año más firmado. Si no hubiéramos subido y nos hubiéramos quedado en Segunda B, igual hubiera sentido un fracaso y nos hubiéramos perdonado el año de contrato que me quedaba. Pero al conseguir el ascenso, era un reto nuevo: mantener el equipo en Segunda. Durante la temporada, comenté que si conseguíamos salvarnos era el momento de cambiar de aires, de que el Mirandés también hiciera un proyecto diferente. Veía que el club estaba condenado a luchar por la permanencia y era una responsabilidad enorme. Al final de temporada, decidí marcharme y, además, estaba destrozado de una rodilla.
A pesar de que tuve alguna oferta, no de Segunda, sino de Segunda B, decidí operarme porque no me llenaba nada de lo que tenía y mi salud me lo impedía. Estaba cojo perdido. Me operé, me recuperé bien, me operé de la otra rodilla porque empezaba a tener la misma sintomatología y me dediqué a ver fútbol. Antes de acabar la temporada, ya tenía más de una oferta y me decanté por la del Logroñés, donde he pasado cuatro años fantásticos. La ciudad es ‘acojonante’, el club es sensacional, la afición muy entusiasta… Espero y deseo que este año logren el ascenso porque están haciendo las cosas muy bien.
¿No le llegó a llamar ningún equipo de Primera?
No, la verdad es que no. He tenido buenas ofertas, pero de Primera no. También, aparte de ser entrenador, tenía trabajo. Tuve la mala suerte de que mi empresa quebró y hubo un momento en el que me quedé sin empleo y sin equipo. Yo hubiera sido feliz entrenando en Vizcaya y con mi trabajo. Fue un chasco, me tuve que dedicar al fútbol casi por obligación. Son circunstancias de la vida, pero no me arrepiento. El fútbol es mi pasión, aunque no me daba pena ponerme un buzo desde las siete de la mañana hasta las tres de la tarde. Además, tenía un grupo de trabajo sensacional, que nunca me puso problemas para libranzas y vacaciones para viajar por el fútbol.
Usted ha vivido muchas experiencias en clubes modestos, imagino que le gustará el nuevo formato de Copa.
Me parece más bonito. Es igual que en otros países y todavía tiene alguna cosa que matizar. Como el VAR, que si no dan las gradas, el césped… Habrá que corregir esos temas, pero es bonito. Sobre todo para el fútbol de barro. A lo mejor los que han perdido contra un equipo de Tercera o Segunda B están más mosqueados, porque eso puede suponer un cisma en el vestuario, pero es bonito para el fútbol, que todos tengan igualdad de oportunidades.
Si aquella Copa hubiera sido a partido único, ¿cree que su Mirandés hubiera llegado tan lejos?
Lo principal es que éramos un bloque, aunque Pablo logró un hito histórico: el de ser el máximo goleador de la Copa del Rey. Entre otras muchas batallas, Pablo era determinante y por motivos de trabajo decidió no moverse de Miranda. Podría haber cambiado a equipos más fuertes, le quería todo el mundo. Es un tío formado, un economista y aquí era valorado y estaba cerca del trabajo. Tuvimos la suerte de disfrutarle, a él y a César Caneda. A Arroyo, a Mújika, a Martins, a Raúl… A mucha gente con la que tuvimos suerte de coincidir en el momento exacto y en el lugar exacto.
Igual si esto hubiera pasado a día de hoy tendrían una serie en Netflix…
No lo sé (ríe). Pero estábamos muy centrados en lo nuestro, disfrutamos poco de lo que estábamos haciendo. La vida pasa y hay otras circunstancias que te llevan a otro lugar. Fue muy bonito. El Madrid ganó cinco Copas, ahora tres Champions y que digan que no tiene mérito… Mérito no tiene ir a pescar a un pozo en el que te sueltan las truchas y no pescar ninguna. Quien diga que no es mérito no entiende de fútbol o es enemigo. Nosotros lo mismo, seguimos manteniendo relación, algún jugador me llama… De éxito no se debe morir nunca. Morir de un ataque de importancia es una mala muerte, yo no voy a caer en eso.
¿Cuántas opciones le da al Mirandés de meterse en la final de Copa?
Si pudiera apostar, apostaría (ríe). Confío, sé que va a ser difícil porque ya no le va a sorprender tanto. Va a depender mucho de los 20 primeros minutos, si el Mirandés es capaz de generar peligro y no defender todo el rato, le dará vidilla. Tampoco pasa nada si le hacen un gol, porque pueden hacer dos perfectamente. En Anduva, con su gente, con sus particularidades. Van a salir con una inyección de adrenalina. La motivación de un Mirandés va a ser siempre superior a un equipo de gran nivel. Le pasó lo mismo al Mirandés con el Coruxo. Ese día no se fue a la calle por el canto de un duro. Al final, el pez chico se convierte en una ballena. Peligroso para peces grandes, se hace enorme.
Complete la frase. Aquella Copa del Rey fue…
Fue maravillosa. Un sueño. Un sueño feliz y bonito. Hablábamos mucho del sueño de Alain. Él no lo decía, pero cuando íbamos eliminando a equipos de Segunda B, un día soltó que había soñado que íbamos a llegar a la final de Copa. Yo le dije: "Deja la cerveza que te está empezando a hacer daño. ¿Cómo vamos a llegar nosotros a la final de Copa? Estás loco". Los jugadores se descojonaban cada vez que pasábamos una eliminatoria. El día del Villarreal, en el banquillo, les había prometido a todos como premio que esa eliminatoria la iban a jugar todos. Garmendia y Raúl García, que eran los laterales titulares, no jugaron en la ida y, por cambio de sistema, ellos me encajaron menos a pesar de ser titulares habituales. Jugamos con un 3-4-3 y ahí preferí jugar con gente más poderosa ofensivamente. Jugaron Iribas y Ernesto Amantegui, lo recuerdo perfectamente.
Estaban en el banquillo, con el móvil y les pregunté que si estaban enfadados, que jugaban siempre, que qué jeta. Me respondieron que no, pero que les había prometido que esa eliminatoria la íbamos a jugar todos y que los dos mismos tontos se quedaban fuera en la ida y la vuelta. Les respondí: "No me toquéis los cojones, que esta no la vais a jugar, pero la siguiente ronda sí". Me miraron y dijeron lo mismo que yo le había dicho a Alain: "Este ha vuelto a beber. Ha retomado la cerveza". Yo estaba convencido de que ese partido lo íbamos a ganar. Salió bien, a veces esos planes no salen, nos reservamos a gente buena para la segunda parte y fueron los que hicieron los goles. Luego cumplí mi palabra y jugaron en la siguiente eliminatoria.