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BARCELONA

Revolucionario Alba

El lateral cambió al Barça en media hora. Entró al campo pidiendo calma a Ansu, desmarques a Griezmann y balones largos a Lenglet. Fue casi una prolongación del entrenador.

El lateral izquierdo del Barcelona, Jordi Alba, durante un partido.
Xavi BonillaAFP7 / Europa Pre

Señalado otras veces por sus descuidos defensivos en noches negras como Liverpool, esta vez fue Jordi Alba el que sacó de un apuro al Barça en Ibiza y le salvó de un ridículo de dimensiones desconocidas. Es difícil hacer más cosas bien en media hora en un campo. El lateral de L'Hospitalet cambió el partido, circunstancia que tiene más mérito si se hace desde una banda, por donde no pasa el desenlace en el fútbol.

Alba demostró que, en el mismo césped, los jugadores también pueden ejercer de entrenadores. Lo primero que hizo cuando salió por Carles Pérez fue acariciar a Ansu Fati y calmarlo. El guineano había sido objeto de falta y el juego estaba parado, así que Alba, consciente de que aún quedaba media hora y que el borrón se podía subsanar, movió sus manos pidiendo tranquilidad y aprovechó para dar dos directrices claras que podían venir del banquillo o ser simple autogestión. La primera consigna fue a Lenglet. El Barça no había dado un pase largo en todo el partido ni había sido profundo. Alba estiró la banda y preocupó al fin al Ibiza. No sólo eso. También reclamó a Ansu y a Griezmann desmarques en profundidad. En uno de ellos llegó el 1-2 de Griezmann.

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Alba estuvo media hora jugando y ordenando. El lateral pidió a Riqui, Rakitic y a Vidal cuando salió que la línea de cuatro que formaban junta Semedo jugase mucho más arriba. Setién terminó parando al Barça en ataque con un claro 3-1-4-2 en el que De Jong hacía de jugador ancla; Semedo y Alba abrían el campo y Vidal y Arthur movían el balón. En el minuto 94, y después de amagarle varias veces con ir en profundidad, Griezmann fue en serio y Alba le puso un balón fino como si fuera Messi. Pocas veces media hora dio para más.