2019: El Valencia sacó músculo social y recuperó su gen ganador
Nombres propios de uno de los mejores años de la centenaria historia del Valencia, el mejor de la era Peter Lim. De Marcelino a Celades, pasando por Alemany.
El Valencia dice adiós a uno de los mejores años de su historia. Sin duda 2019 ha sido el mejor año de la era Peter Lim, que cumple cinco como propietario del club, y lo ha sido también de la última década. El año que termina estará por siempre en el recuerdo ché por hitos deportivos, con ese título de Copa del Rey tras once años de sequía y gracias también a esa clasificación para los octavos de final de la Champions League tras siete temporadas sin llegar tan lejos en ella. Pero, sobre todo, 2019 ha sido un año especial por la demostración de pertenencia de sus aficionados, por los valores que ha demostrado tener el equipo tanto con Marcelino García Toral como con Albert Celades y por noches inolvidables como la vivida en Ámsterdam contra el Ajax o en Mestalla contra el Getafe en Copa del Rey.
La experiencia de vida que fue la final de la Copa del Rey de Sevilla para miles de valencianistas y el músculo social que demostró tener el club durante varios actos de su Centenario, en especial la marcha cívica del 18 de marzo y el Partido de Leyendas disputado en Mestalla, constataron que la fuerza del Valencia, más allá de los resultados y de quién ocupe cada cargo en el club, radica en su historia y en sus aficionados. El último latido del corazón del Valencia es y seguirá siendo de ellos. A los aficionados les pertenecen las siglas Club de Fútbol; las de Sociedad Anónima Deportiva son del máximo accionista de turno. Las gestiones siempre tienen fecha de caducidad; pero el sentimiento de pertenencia es eterno.
Por esos fastos del Centenario, Fernando Giner es por uno de los nombres propios del año en clave blanquinegra. Sería erróneo e incluso injusto pensar que él fuera el único que puso de su parte para que el Centenario tuviera eventos a la altura de lo que representa el Valencia para su gente. Fueron muchos los empleados y empleadas anónimos del Valencia, de su Fundación (pilar básico y a veces poco reconocido en la recuperación de símbolos y capítulos de la historia del club) y de la Asociación de Futbolistas que dieron el callo tanto o más que Giner. Inclusive la propiedad les dejó a todos ellos hacer, que no es poco para su talante controlador. Pero qué duda cabe que Giner, su figura, representa la idiosincrasia de siempre del valencianismo, esa cercanía que no debería perder jamás el club pero que cada día está más ausente, esa voluntad de querer llegar.
Y si hablamos de nombres propios hay otros que estarán por siempre en el relato blanquinegro del año 2019. Rodrigo Moreno, el goleador de noches inolvidables; José Luis Gayà, un líder hecho en casa; Francis Coquelin, con él se explica mucho; Jaume Doménech, el portero de las finales; Kevin Gameiro, el francotirador a la sombra; Gabriel Paulista, la fidelidad personificada; Daniel Wass, el peón que salva reyes; Carlos Soler, el plus del canterano; Ezequiel Garay, la jerarquía silenciosa; o Ferran Torres, la explosión de un jugador de época. Pero si hay un futbolista que merece, como mínimo, un párrafo aparte ese es Dani Parejo, el capitán de la década.
Dani Parejo ha hecho honor, en verdad lleva haciéndolo desde hace varios años, al brazalete que representa, un símbolo del Valencia a cuyos valores le dieron vida ilustres como Juan Ramón, Ricardo Arias o David Albelda. Parejo, a quien nadie le ha regalado nada en sus nueve años por Mestalla y cuya calidad futbolística es de Champions, cogió el timón de la nave cuando vinieron tempestades. Porque en 2019 no todo fueron alegrías. Tan importantes como los goles de Rodrigo al Getafe fue su abrazo a Marcelino el día del partido contra el Real Valladolid, cuando el asturiano, artífice de mucho de lo bueno que tiene este Valencia, estaba más fuera que dentro. Parejo, además, demostró ser hombre leal de club y no solo fiel a un entrenador cuando por el vestuario apareció sin que ninguno le esperada Albert Celades.
Celades, como bien dijo Gayà en una entrevista navideña a AS, “ha sabido darle continuidad a lo bueno”. De ingratos sería no reconocerle a Marcelino su excelso trabajo hecho como entrenador del Valencia, como de ciegos de trinchera no valorar el talante y las capacidades de Celades, un técnico que llegó en una coyuntura extraña, aunque ya quisiera para sí todo entrenador que llega a mitad de una temporada encontrarse con un vestuario como el que se encontró el catalán. Marcelino es ya parte de la historia del Valencia por el título de Copa del Rey y por haberle dotado al equipo de un gen ganador. Celades, obviamente, aspira también a serlo. Desde luego en el tiempo que lleva por Mestalla ha demostrado que el cargo no le viene grande y que sabe sacar rendimiento al equipo humano y profesional que tiene.
La fortalece de ese vestuario lleva inexorablemente a hablar de Mateu Alemany. Así como Celades le ha permitido a Peter Lim llegar a fin de año sin arrepentirse de la decisión tomada en septiembre, el tiempo dirá hasta cuánto se lamenta el empresario asiático de haber prescindido también del gestor balear. Gracias a Mateu Alemany el Valencia recuperó la credibilidad perdida durante unos años en los que cada decisión de Lim era peor. El dueño, hay que reconocérselo en su haber, acertó cuando fichó para la gestión del club al balear y está por ver qué hará ahora. Lim ejecuta a entrenadores sin pestañear (que se lo pregunten a su amigo Nuno), si bien, a la hora reestructurar otras parcelas de gestión se toma su tiempo. Ahí están los hechos: Anil Murthy llegó en octubre y no sustituyó a Layhoon Chan hasta junio y los contactos con el propio Mateu Alemany se iniciaron en enero y no se incorporó hasta marzo. Por ello, aunque ahora todo lleva a pensar que la apuesta de Lim pasa por quedarse como ésta, el tiempo definirá el lugar de cada uno. Pero eso ya será en 2020.