ESPANYOL

Operación supervivencia

El Espanyol intentó crear un ADN para que el primer equipo jugara como la base. Un año después, todo saltó por los aires.

EDDY KELELE

Después de la destitución de Quique Sánchez Flores y el final de la temporada 2017-18, la dirección deportiva del Espanyol, encabezada por Óscar Perarnau, diseñó un plan para instalar en el primer equipo un modelo de juego reconocible. La reflexión del área deportiva respondía al deseo de que los máximos jugadores ascendieran al primer equipo y se encontraran con una manera de jugar parecida a la que desarrollaban en el fútbol base. Por eso la elección de Joan Francesc Ferrer, Rubi. Tal es así que jugadores como Marc Roca, Óscar Melendo, Sergi Darder o Adrià Pedrosa destacaron ese curso, se afianzaron y ayudaron a que el equipo alcanzase la séptima plaza.

Pero ese proyecto ha saltado por los aires una campaña después. La repentina marcha de Rubi supuso el comienzo de una cadena de decisiones equivocadas que ha resquebrajado esa idea y ha apartado a su principal valedor, Perarnau, ahora en la secretaría técnica. Tanto Perarnau como Rufete, empujados por la opinión de buena parte del españolismo, entendieron que David Gallego reunía estas características aunque no estaban del todo seguros de la decisión. Contaron en ese momento con el aval de Chen Yansheng, el presidente, quien siempre había tenido querencia por el técnico del filial desde su aventura efímera tras la destitución de Quique.

La dirección deportiva entendió que era el idóneo para seguir el trabajo de Rubi. Primero, porque había ayudado a la formación de esos jugadores que se habían consolidado; segundo, porque su manera de ver el juego era similar a la del ahora técnico del Betis. Aunque no así su forma de entrenar y de gestionar el grupo, que fue lo que acabó por costarle el cargo.

La llegada de Pablo Machín, a quien la dirección deportiva ya tanteó en mayo, empezó a desviar al equipo de su idea inicial. Aunque se tenía el convencimiento que el sistema de juego (3-4-2-1) no determinaba las intenciones y el cómo jugar, lo cierto es que el Espanyol empezó a desnaturalizarse y empobrecerse en resultados y juego. El técnico soriano intentó aplicar recetas que no curaron a una plantilla a la que le dilapidaron las derrotas en los primeros encuentros con Machín y su falta de química después. Aunque el día a día era mejor que con Gallego, los jugadores acabaron reconociendo que la manera de jugar no era la idónea.

La llegada de Abelardo Fernández es la constatación de que el intento por crear un ADN perico ha salido fallido. Cuando está en juego la supervivencia del equipo se recurre a recetas habituales con la experiencia del asturiano de haber obrado ya la reacción del Alavés en la campaña 2017-18. El Espanyol se aleja de ese estilo, del de su base. Como a lo largo de la historia, el club ha estado sujeto a la mirada de sus entrenadores, alcanzando el éxito con formas distintas de entender el juego, desde Javier Clemente a Ernesto Valverde pasando por Miguel Ángel Lotina o hace un curso por Rubi. Abelardo inicia la operación salvación.

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