BARCELONA

Del póker soñado por Bartomeu, sólo Leo Messi es intocable

Neymar y Griezmann son sospechosos para los barcelonistas. A Luis Suárez tampoco se le perdona su polémica operación exprés del menisco.

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El Big-Bang fue en Liverpool. Del desastre de Anfield nació un delirio de grandeza de Bartomeu. Contra una decepción memorable, una ensoñación artificial y pirotécnica: el póker Messi-Suárez-Neymar-Griezmann es una ilusionante expectativa que, sin embargo, nacería incorporada con una peligrosa mochila de explosivos. Sólo uno está fuera de sospecha y no hace falta ni decir quién es. Capitán, Bota de Oro, líder del equipo campeón de 34 títulos a su mando, al socio del Barça le importa más bien poco, si acaso el ánimo del jugador, que Messi sume su novena decepción consecutiva con Argentina. El día 4 de agosto, cuando tenga que dar su discurso como capitán en el Gamper, estará arropado y recibirá el apoyo que haga falta y más. Su compromiso con el club es respetado y la afición sabe que su trabajo es hacerle más llevadoras sus decepciones, sean con el Barça o con Argentina. Messi es intocable en Barcelona y así será hasta el final de sus días como futbolista...

Para el resto hay una lista repleta de reproches. Empecemos con el único que es jugador del Barça a día de hoy. Suárez se marchó de la Copa América entre lágrimas después de fallar el penalti decisivo de la tanda contra Perú. Uruguay le arropó. Barcelona, no. Al socio le enervó que se operase del menisco de su rodilla derecha antes de la final de Copa en Sevilla y su explicación, distinguiendo entre esa lesión y la del cartílago, se hizo sospechosamente a posteriori y resultó poco creíble en el entorno. Suárez es un tipo querido por el barcelonismo, pero empezará con un tachón gordo el próximo curso.

Luego está lo de Griezmann, jugador marcado por el exhibicionista documental de La Decisión en el que le importó poco o nada dejar con la cara partida a millones de simpatizantes del Barça. Tal vez, el francés pensó que el episodio no mancharía su currículo porque seguía en Madrid. Pero no. Las encuestas están muy divididas y al Principito sólo le va a medir su rendimiento en el césped y nadie le va a regalar un aplauso.

Y luego está lo de Neymar, con su maltrecho tobillo y su vida loca. El hijo pródigo, con nostálgicos que rezan por un regreso que llene de alegría a un equipo que se ha vuelto tristemente funcionarial y los puristas que nunca aguantaron a los toiss y esa fuga de la que tanto costó reponerse. El barcelonismo sólo tiene un nombre incuestionable: Messi. Y algunos días, ya, ni ese.

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